martes, 20 de mayo de 2008

IRIS LLOYD


KAKEL Y EL CÓNDOR

Tirado de espalda
Sobre el duro suelo
Kakel observa al ave volar.
Indiferente, soberbio,
Emperador del cielo.
El cóndor planea
En total libertad
Kakel es tehuelche,
Antiguas leyendas
de ancestros valientes,
de cóndores y águilas
lo hacen soñar.
El también
querría ser cóndor
Y poder volar.
De pronto, se pone de pie.
Abre los brazos como si fueran alas
Y envuelto en sueños de gloria futura
Echa a correr.
La tribu afligida
que buscaba al niño
lo encontró caído,
allá en el barranco.

Su cuerpo sin vida.
Pero plasmada
en su rostro la felicidad,
pues dejó de ser un niño
para volverse cóndor
Y poder volar.

"Escritora chubutense
tomado de Literasur"

CRISTINA PIZARRO


JÚBILO

Por qué cubría mi rostro con un velo
y el pecho
con las ramas.
Por qué permanecía en una galería de
fantasmas
y sin lunas.

Ahora
retorno a la revelación de la amatista
y mientras atravieso cada encrucijada
para descubrir el artificio,
vuelvo a encender la lumbre
y en las ramas de oro
de la ceremonia
acierto con el nombre
iluminado por extraños signos,
y elevo el ánfora con mi ofrenda recóndita.

lunes, 19 de mayo de 2008

MARÍA ROSA SOBRÓN

LA AMISTAD

La amistad es un pañuelo
que sobrevuela el andar
del hombre con desconsuelo
que ha perdido su soñar.

La amistad es una forma
de vivir en caridad.
No existe ninguna norma.
Se fabrica con bondad.

La amistad es la paloma
que hace nido el corazón,
si cada día se asoma
hecha virtud y perdón.

La amistad es un pañuelo
mitad luz y lealtad.
Nos remonta con su vuelo
hasta ver la claridad.

La amistad es un pañuelo
que sobrevuela el andar
del hombre con desconsuelo
que ha perdido su soñar.

CONCEPCIÓN BERTONE


LA NOCHE

I

En esta holgura de no tener más - nadie nada-
que la bondad de amar y el abandono
casi feliz del cuerpo igual que el plomo
mezclado con arsénico en la bala. Velo
por lo que velo en tanto siento
cuánto abriga el arilo, el tegumento
de la noche a esta edad. Y mi belleza.
Una arruga en la seda. En la cabeza
la cana endiademando pensamientos
lúcidos de la holgura. Y nadie, nada
más que este amor en mí. Sentir
que siento.

"Aria da capo"

domingo, 18 de mayo de 2008

ELISA DEJISTANI

ESPECTROS

Quién
insiste en rebelarse
Para quién
soplan las bocas
liberan el sonido
Quién
acude entre renglones
conjuga tiempos
derrama el oro del insomnio
escarba en la prosodia
un grito sofocado:
La escritura del cuerpo
su condena
Quién
golpea desde
una letra oscura

viernes, 16 de mayo de 2008

DIANA POBLET


LA SALIDA

No guarecer en sus brazos
no deambular extraviada en el beso
no editar esa leyenda grotesca
ni desenterrar el margen del cuchillo
ni sufrir la opaca prisión de las sábanas
tampoco un tango con semifusas de ausencia
nada de nada
entraño una compañía quieta
relajo los pies del sentimiento
invierto universos erráticos.

No a oírlo
ni detener mis ojos en su paso
no a su perfil hipocondríaco ni a un café
no al contratiempo de la lágrima.

Sí a esta claridad bruta que no anochece.

Poesía es la puerta que se abre
de espaldas al dolor.

GABRIELA BRUCH


POSTAL DE SÁBADO EN EL SUBURBIO


Si estás ahí no es una pregunta , aunque así te la formule. Qué noche , qué frío, cuánta humedad. Te estabas poniendo cianótico y eso en Buenos aires, se paga muy caro. Creo que sin amor o algo así.En este barrio suburbano todos viven malditos, descorchan botellas sólo los sábados por la noche y luego se cuelgan de los balcones o se asoman a sus patios a ver la luna que aparece neblinosa, como en un cuento de brujas bonachonas.El tiempo se les escurre entre los ojos, y vuelven a toser los días lunes, con antibióticos y paracetamol encima de la campera, de la camisa de fuerza o del uniforme del trabajo.Tienen algún sueño y lo dejan en Internet ,en un chat telefónico, en la pantallita del celular. No se atreven a salir corriendo por las calles empedradas y gritar a voz en cuello, eso, que estamos necesitando tanto.

domingo, 11 de mayo de 2008

GRACIELA WENCELBLAT

Deja las dudas
entre párpados del silencio.
Zambúllete en lo incierto
extravíate.
No demores.
La música que desliza la mañana
revierte... dolor de fugitiva.
Acaso llegue lo voluptuoso del viaje
para cavar otoño y tanta ausencia.

MONIK MATCHORNICOVA

III.- EL...
Pero se han marchado las sombras y no, no recuerda
en que brazos emprendió ese viaje de nube
en nube;
Canta triste por el desierto urbano
de Ovilaba, parece presa del abandono.
Sin embargo hay calma en su mirada;
no sabe que observo en la distancia
el rastro de sus locuras.
tararea bajito, su corbata chueca
acusa bohemia
y un maletín gastado invita
al misterio...segurame nte lleva magia
y pedazos de estrellas, ó tal vez la voz
de aquellos que han sido en su camino.
Sus pasos arrojan fragancia...
la chaqueta abierta sacude historia
el filtro-cigarrillo apagado
entre los labios y una mancha de pintura en su camisa
es lo último que observo, cuando su silueta
desaparece lenta por la esquina
..................................... ...del día.

Austria

GUSTAVO TISOCCO


NOS DEJAMOS OLVIDADOS...

Nos dejamos olvidado sobre el piano
nuestro último suspiro.
Al calor de la vieja chimenea
tus pies desnudos rozan los míos.
En el suelo yacen tus miserias y tus miedos,
ahí dejé junto a mi camisa mis desamparos, mis pudores.
Entremezclados perfumes nuestros cuerpos exhalan,
nuestras bocas, sin cordura, saborean cada instante,
solo un gemido inmutable denuncia la pasión.
De los brazos florecen las caricias olvidadas y
en el lecho nos ampara la desnudez.
Nos dejamos olvidado en el patio al crudo invierno.

"Entre soles y sombras"
Del CD. "Huellas"

MARTA ORTÍZ


PERSISTENCIA

resiste,
esta memoria de palabras
como líneas
de celestes nomeolvides

crepita,
en el mimbre del sillón desvencijado
al lento fuego
de mis vanos devaneos

(sombras grises deshilan
un cielo raso
................de telas de araña)

persiste,
esta lengua y esta letra verosímil
en la trama
................de las telas
sepultando la piel suave de mi madre

y en la curva de voces como ríos
voces de viento
.........................en sobremesas
noche a noche censuradas

perdura,
-canto primario-,
en el tacto a mapa antiguo
- tiempo y gubia -
en la corteza del ciruelo

y habría que ver
resiste, creo,
en el vaho aquel amarillento
olor naranja terroso
color grieta, papel viejo
......................del viejo libro de cuentos
.....................................de Perrault.

SILVIA MAZAR


5

Es sólo una mujer, mágica, indecente
un vientre de recuerdos
unas mejillas pobladas de silencios.
Qué espera hoy esa mujer de aries
espera el fuego que su signo le asigna?

Una mujer en el costado izquierdo
un viento en el desierto austero
una marea baja, sus pies humedecidos
bordeando la orilla.
Una mujer espera los ojos que le digan
que sus ojos son bellos
la caricia en el pelo eternamente
el beso repetido otra vez y otra vez.

Una mujer recuerdo
una mujer futuro
siempre al encuentro
con un poco de miedo.

MARÍA ISABEL CANÉ


¡BASTA!

No quiero
que me hablen.
No quiero
que me escuchen.
No quiero hablar
ni escuchar a nadie.
No quiero
seguir siendo receptora
de todas la palabras
del mundo
que zumban y zumban
a mi alrededor
como moscas pegajosas
sin dirección, sin sentido,
sin destino.
¡Basta! No quiero.

JORGE LUIS ESTRELLA


CALLE CON CIELO

La calle tiene un cielo
pegado a las espaldas de los muertos
y camino la calle
con recuerdos que olvidaré
cuando la noche nazca.
No sé por qué los pies a veces duelen
como un alma cortada a pedacitos
y camino la noche de los muertos
con un sol en las manos.
El fin está en el principio,
allí donde se encuentra lo que se escapa
y somos lo que somos
caminando el abismo
que soñamos.
Los animales están en la guarida
con el hocico lleno de nostalgias
y voy sembrando flores ya marchitas
mientras camino
la selva
de mi casa.
¿Por qué será
que siempre pierdo los anteojos
y ando a ciegas
por patios sin geranios
y me choco con todos los fantasmas
de mi futuro?
La vida tiene tumbas
escondidas
en los recodos de cada circunstancia
y caminamos
con los pies que duelen como un alma
pisando las espaldas de los muertos.

sábado, 10 de mayo de 2008

JUAN JOSÉ MESTRE

PROSA SIN NADA

Un archivo que no abre, el verso que no llega, aquella mudez del árbol clamado por su fronda y la poesía que ha ido para otros sitios. Tampoco se puede culpar a las musas: ya se sabe de su temperamento huidizo. Es ese ceniciento cielo, tan propiciatorio del nihilismo en los labios, en la mente, en la memoria inapelable del viento y del sigilo encaprichado y doliente…

(el archivo sigue su porfía)

…armador de los silencios.

DELFINA ACOSTA


DE MEMORIA

Tienen las ramas esta madrugada
el bienvenido aliento de las rosas.
Las blancas mariposas de mis manos
nadie las ve ¡y cómo te devoran!
Donde tú estás, allí, mi amor te llama.
Yo quiero que me escuches. Es ahora
el tiempo del encuentro. ¿No percibes
cómo se buscan, sin saber, las cosas?
Amigo, amante, déjame decirte
y dime tú también. Llegó la hora.
Las lágrimas con luces del rocío,
el soplo de cristal, las altas olas
nos buscan, llameando, desde ayer.
Abren caminos, árboles, auroras.
Amado, nuestros besos, tantos besos
y un beso yo los supe de memoria.
Debajo del rojizo sol de flores
te aguardo siempre dentro de mi sombra.

NORMA E. TRAFERRI


VEO UN HOMBRE

Longilíneo,
Con piel de ébano.
Lo veo venir.
Simula una palmera
Que la brisa mece al andar.
Ella cree que a su antojo.
Él la usa, no ella a él.
Camina lánguido,
Semeja a un felino de porte.
Falsea displicencia.
Sus hombros se elevan
En leve tensión
Que no abandona.
Frente amplia,
Ojos carbón y magma
Mirada atenta,
Voraz, ardiente o gélida.
Según pretenda
Disfrazada de hastío.
Una boca generosa
De sonrisa abandonada.
Deseo atraparlo
Mas allá de su cuerpo
Y hacerlo mío.
Lo se imposible,
Mas allá de mi deseo.

ADRIÁN ESCUDERO

PÁJAROS

A los que nunca dejarán de intentarlo...
Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Y he ahí un nuevo, flamante rompecabezas urbano recortando el tiempo y el espacio. Oficio por oficio. Herramienta por herramienta. Eran como pájaros aquellos seres de alas invisibles trepados solazmente a los andamios celestiales...
Y preparaban, en las extremas nubes de argamasa, la torre de agua de otra delgada y cristalina esfinge o templo pagano floreciendo en el vientre ciudadano de esta oxidada Babel contemporánea: hablo de ella, de mi santafesina (Argentina) ciudad de la Vera Cruz, a la sazón ya sin fe y ya sin cruz...
Templo donde ellos no sabían -ni querrían saber- sobre su suerte de tórtolas y pichones para el holocausto que, ocultos sacerdotes obispales de escritorio, mitra, báculo, casulla, manípulo, dalmática, tunicela, estola, alba y sandalias de astutos comerciantes letrados, urdían a diario con su vidas a modo de impiadosa ofrenda, desalmado sacrificio y rendido tributo -a cualquier costo- en honor al más "poderoso caballero" de este mundo: don (su dios) dinero.
A unos cincuenta metros de mi oficina, por sobre el tráfico y la indiferencia absoluta de mis pares, aquellos pájaros humanos construían nidos de cemento, acero y plástico reforzado, como nidos de lujo para otros pájaros humanos... Ah, si éstos supieran el precio al que ellos debía sujetarse para...
Yo los miraba, absorto y demudado, admirándolos en sus vuelos de correas endebles y gastadas, en su pura valentía de equilibristas del aire con urgido ánimo de supervivencia -"porque de algo hay que vivir, y no le tengo asco a las alturas"-, y me preguntaba, cuánto alpiste comerían por su trabajo de navegantes aéreos. De controladores aéreos. De cosmonautas vernáculos sin escafandra... Cuánto alpiste alcanzarían sus dueños -aquellos avaros y engordados (para el Apocalipsis) patrones de las bellas arquitecturas que sólo "ellos" moldeaban y modelaban con la sencilla sabiduría del oficio idóneo- a esas bocas hambrientas y chillonas... Cuánto alpiste darían -aquellos avaros propietarios de la empresa inmobiliaria que administraría las rentas del futuro edificio en torre "Campanario 100"-, a esas bocas cantoras y desdentadas por el viento y el sol, como efímero premio a la audacia y pericia de su cabalgadura a destajo por sobre las riesgosas rutinas de intemperie en las que moraban como horneros deportados, pero siempre llenos de orgullo, sin embargo, como pájaros, porque lo importante era ser "eso", pájaro, y volar, saber volar y vol...
De pronto, el chirrido de los frenos de un automóvil justo en la esquina donde emergía el gigante constructivo, me desvió la mirada. Pero no más para volver a levantarla y presenciar, yo también, lo que sería el último vuelo, absurdo y desaforado, de uno de aquellos precoces -casi un niño por lo joven que parecía- pájaros sin módulo espacial, obnubilados por la falta de oxígeno, o el exceso de confianza en su pericia, o el fallo de un material de seguridad, o el pensamiento extraviado en las paredes a medio levantar de su casulla del Barrio La Lona -porque hoy es día de cobro de quincena-, y el descuido fatal o el golpe artero y sin aviso de una polea tonta y torpe en la cabeza vanamente enroscada ahora en un cuello roto, giratorio y mortalmente desgajado de aquel cuerpecito histriónico aunque inanimado...
Entonces, sucedió. Y niego que todo fuera producto de la imaginación; de mi imaginación, o, mejor, de la indignación que había venido acumulando mientras comparaba la responsabilidad y destreza que ameritaba semejante oficio con el de otras profesiones quizás -como la mía- más cómodas, burocráticas, aclimatizadas y un tanto vanas -por la corrupción institucionalizada-, y la miserable ración de alpiste con la que esos pobres pájaros eran motivados a jugarse la vida en cada asiento de ladrillo que plantaban sobre aquel muro voraz que crecía y crecía, veloz, sin detenerse jamás...
Niego eso y afirmo con certeza que, por un lado, una lustrosa bandada de golondrinas turistas abanicando el verano que ya se despedía de la ciudad-, y, por otro, una bandada de chijíes de pechos fundidos como en oro y plata, antes de que el plumaje pálido de su congénere fuera parte del sangriento guiñapo de un títere aplastado contra el insensible pavimento de concreto asfáltico -como una granada de carne y huesos-, lo alzó en precipitado auxilio, elevándolo hacia el más allá de los allá, sin relieves ni repliegues, sin molduras ni arabescos, sin pórticos ni galerías, sin impostas ni rosetones, sin pilares ni contrafuertes, sin columnas ni parapetos, sin escaleras ni ascensores, sin bóvedas ni subsuelos, sin puertas ni candados, sin ventanas ni antepechos, sin cañerías ni conductos, sin puentes ni cables, sin techos ni alfombras, sin tejas ni chimeneas, sin terrazas ni baldosas, sin aleros ni cobertizos, sin rejas ni barrotes, sin celosías ni listones, sin claraboyas ni buhardillas, en un abierto, rasante y plano y recto cortejo de ángeles luminosos que se fundieron en el crepúsculo de aquel atardecer inolvidable...
Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Oficio por oficio. Herramientas por herramienta. Fue así, créame. Ninguno de los otros encontró sus plumas derrapadas, ni en la vereda ni en la calle contigua donde yo lo viera flotar y volar, como un pájaro con otros pájaros en un vuelo de especie que se perdió, como pájaro, hacia el reino de los pájaros... Justo el día en que debía recibir su apretada ración de alpiste.

LYDIA LIBERTINI

4

Desgloso en calma
mi sentencia.
Sé que este binomio
es el preámbulo
de un amargo átomo
de mi inventario.

5
Ignoro la dimensión
de mis himnos de guerra.
Un pájaro clandestino
se astilla contra las murallas.
Grabo mis agonías
en el calendario de la piel.
El tiempo reviste mi piel
con huellas diferentes.
Guardo memoria de soles
que nacieron en lejanas latitudes.

6
Volver hacia adentro,
juntar los fragmentos.
Dar de nuevo y esperar
la jugada de los otros
y también la de uno,
como siempre,
una vez más.

CARLOS MARGIOTTA

LA HAMACA

Mi hijo se hamaca en la plaza de invierno, cuando la tarde desaparece, como una llama, detrás de la muralla de edificios blancos.
Lo miro balancearse desde el banco verde de madera, y me dan ganas de subirme con él, para estirar las piernas con fuerza y elevarme hasta las copas de los árboles, donde el cielo se recorta entre las ramas solitarias esperando las hojas que vendrán.
En el camino hacia atrás, pliego las piernas para impulsarme, y el aire me atraviesa la espalda, como un pasado. Veo el suelo cubierto de piedritas de ladrillo acostado debajo del tobogán y el subibaja.
En el punto más alto de la nuca, me suspendo sin respirar, apretando las cadenas donde cuelga la tabla que se mueve como un péndulo.
Ahora soy un ángulo recto, empujo con la cola hacia adelante, y desciendo como un pájaro sin tocar la tierra. Allí el paisaje se confunde en una ráfaga de plantas, colores y chicos jugando.
Entonces subo hacia el vértigo, enfrentando el espacio que se arruga en mi vientre como un placer ingenuo, y cerca del cielo que se apaga, estalla.
Después viene el regreso frío, partiéndome la cabeza en dos con su espada, que desprende de mi cuerpo manos y tobillos. Los veo caer y rebotar con la pelota del picado azul y anaranjado. Y lleno mis pulmones, y empujo, y mis partes se juntan, y las mejillas cruzan el vacío, y el aire me penetra, y vuelo con los puños cerrados, y el mundo se hamaca conmigo, y el cielo es más gris, y la plaza un desierto, y la noche me espera otra vez atrás, y la memoria vuelve atada a la viga de metal como un pendiente, y me acuerdo y olvido, y voy y vengo, y me retiro y acerco, y me abro y cierro, y me contengo y vuelco, y soy libre y soy esclavo, eternamente.

CLAUDIO RAMOS


TE DE NARANJA

Tal vez todo es un sueño
Tal vez te llamé un martes, vacío, a la noche
Tal vez viajé en un tren con rumbo sur
Tal vez entraste en un bar cualquiera de tu sur, y en el mío, diciendo: ¿cómo le va, señor?
Tal vez entraste antes
Tal vez te besé cuando el sol borraba las sombras
Tal vez me besaste
Tal vez me miraste con tu mirada que me conmovió
Tal vez como nunca antes
Tal vez viniste a mí y hablamos, comimos, reímos; lloraste
Tal vez hicimos el amor
Tal vez me devolviste el deseo
Tal vez viniste otro domingo y comimos una pizza innecesaria
Tal vez hicimos el amor
Tal vez nombraste mi nombre tan solo tres veces
Tal vez olí tu perfume y se me impregnó
Tal vez aparecés y desaparecés
Tal vez tengo tu desnudéz en mi piel blanca
Tal vez me regalaste tus dolores, tan solo algunos
Tal vez me regalaste tus alegrías, tan solo algunas
Tal vez me hace quererte tu fragilidad
Tal vez me hace quererte tu fortaleza
Tal vez me hace quererte tu pasión
Tal vez me hace quererte tu olor
Tal vez me hace quererte tu sexo
Tal vez todo haya sido un sueño
Lo único cierto, mujer tal vez, es una caja de té de naranja que te compré y espera mejor destino que el aburrirse encerrada en una alacena inmerecida.

RUBÉN VEDOVALDI

HAI-KU

Otoño. El alba.
A clase, a los oficios.
Flor de frescura.


MICHOU POURTALÉ

SEPIA (1)

Detrás del parapeto de libros,
papeles, notas en desorden
los rasgos afilados
entre señales de extraño simbolismo
el cuerpo magro
con surcos de azules riachos
eterno el cigarrillo
a un costado del labio.
Su escritorio es refugio
de un tiempo árido
en afectos
donde todo transcurre
como argumento solitario.
Con la lectura de su vida
un carboncillo interno
apenas encendido
busca el núcleo oscuro
de la llama
para apagar
aquel fraude, el abandono.
Piensa en la cena
el plato de sopa de verdura
el consabido tinto
una cierta tibieza
acudirá
.............tal vez.
Mientras tanto
en la imprenta
la tinta
ya debe haber secado.


"Hombres en sepia"

ALBA ESTRELLA GUTIÉRREZ


vuelvo a ese lugar
donde los sueños
son regreso
tiempo de mitades
indescifrable desconcierto
con la piel cosida de silencios
a despertar los ojos del asombro
y caminar mi propio vuelo
acepto la soledad de dios
y todo mi infierno
con la rendición de un pájaro
vuelto de espaldas
sobre el olvido inapelable
de mis alas
porque soy mi dolor
mi alegría de ser
hilandera del viento
vuelvo
a ese lugar de espejo necesario
al paraíso irrenunciable de la infancia
y vuelvo a mi voz

grito de luz en el abismo


"Hilandera del viento"
(2.008)

MARCELO JUAN VALENTI

Anoto los terrores en un libro de tapas oscuras:
árboles ponzoñosos,
hastíos,
la conspiración del canto de los grillos,
los rostros funestos
en la corteza de los robles.
No sé como definir a las arañas.
Protegen,
pero me vigilan
como insaciables voyeurs.

miércoles, 30 de abril de 2008

MARIA ISABEL CANÉ


GRIS

Llegó hasta mí
el olor ácido
y penetrante. Gris.
Llegó como aquello
que se espera,
se intuye,
se palpita .
Ácido penetrante. Gris.
¿Por qué?
Será nebulosa
del tiempo
por la que se nos niega
el fulgor del sol
y se nos propone la oscuridad.
Gris es el color
de los que
nunca vieron el arco iris
o, si lo vieron
quedaron cegados por su fuerza
y no lo pudieron
comprender ni desafiar.
Gris es aquel
falto de toda tonalidad,
gris es aquel
que no diferencia los colores, los niega, consciente
o inconscientemente,
no los soporta,
le hiere los ojos
lo saca de ese gris patético,
enfermizo, ultrajante
de su mente gris,
neutro, difuminado,
anodino, no comprometido, siempre seguro
y asegurado por el miedo
al color
agresivo, intenso, desafiante
pero COLOR.

miércoles, 23 de abril de 2008

JORGE LUIS ESTRELLA

OJOS EN LA LLUVIA

Estaban los dos abiertos ojos en la lluvia
mirando colores de un cuadro demasiado paisaje
y el ladrón en la tele rehenes tomaba de la casa
y en la guerra el cosmos se hacía fuego en el ahora
claro se hacía lo oscuro de la vida que se deshacía
las dos piernas dos temblaban en le vagido de la vejez
atados lloraban los músculos de las dos en el vagido
pero estaban abiertas las lluvias en el parque
verdor quemado que deseaba morir como desierto
y el terrorista en la tele se aterrorizaba de los televidentes
y las religiones convertían en opio a las músicas
la noche hinchaba en vano su vela deslucida
el ozono era un animal en extinción que aullaba
se empobrecían todas las cosas del planeta todas
salvo el uranio que se enriqueciá cada día más
admirando paisajes los ojos dormían debajo del orzuelo.

STELLA MARIS TABORO


TENDRÁS QUE AMAR

Hijo mío.
tendrás que amar
tus manos que trabajan,
Tu voz que comunica,
tendrás que amar.
Debes amar el aire que respiras,
y a tus hermanos que están en tu piel
debes amar.
Amar sin limites porque
amar es llenar con lluvias
de luces al mundo.
Tan sólo el amor tiene
la fuerza de los huracanes
y la suavidad de una rosa .
Tan sólo el amor
tiene la energía del sol
y el candor de una calandria.
Tendrás que derramar amor
para hacer del dolor una caricia,
de la angustia la esperanza,
y del enojo la tolerancia .
Hacer del barro un jardín,
y de las tormentas una tierna calma.
Amar el suelo que besa a tus pies
y también el paisajeque te envuelve.
Tendrás que amar
y así podrás
hacer lo que quieras
porque sólo del amor
sólo de él
....brota lo bueno , lo noble
........la música ,
............las flores,
............. y el sol que abriga a todos.

ROSA LÍA CUELLO


VOLVER A MI INTERIOR


A veces cuando gira el sol
y el viento arde
los pájaros lastiman
con su vuelo tan errante.

Mi costado se arroja
en la brevedad de la tarde
y mueren primaveras
entre balbuceos cobardes.

Entonces se abre el cristal
que me permite la fuga
y vuelvo a mi interior
para aprender a revelarme.

SUSANA BALLARIS


Transparencia

La figura femenina lleva su vestido largo ancho diría plumoso. Hay un leve movimiento en el hombre en su sombrero al viento.
El sol esquiva cada rincón de la habitación y medio adormecido encuentra un lugar en algunos pliegues de los espejos redondos.
Están allí: esperando que uno le hable al otro.
Pero siguen serios, y yo no sé qué hacer si quedarme en silencio o decir algo, aunque sea bien bajito.
Naranjas opacas están caídas en el suelo y otras perdieron su rumbo al pasar por la ventana.
Si entrara, detrás de mí habría una puerta..
¿qué hago?, ¿ sigo mi camino? ¿o los dejo?.
Ellos están empecinados en no decir nada.. Los pies del hombre están como clavados en el suelo medio amarronado y la mujer sigue tal cual tan elegante con su vestido largo diría plumoso.
Mientras tanto, el sol sigue reflejándose usando su habilidad para inmiscuirse en los intersticios de los muebles, del cortinado, en la madera del piso.
Decido dar unos pasos.
Y giro mi cabeza hacia atrás.
Los miro.
Ellos me miran.
El sol está quieto.
Solamente se observa un movimiento sutil en el sombrero del hombre.
Las naranjas siguen allí. Nadie se ha animado a quitarlas del lugar.
Y allí en ese instante, me doy cuenta de que el óleo le ha dado una transparencia inusual a la escena.

martes, 22 de abril de 2008

GUSTAVO TISOCCO


FELINO NEGRO

Si me buscan, soy felino negro,
se persignan ante mí,
asusto.

Yeta de martes trece,
cola, que si la pisas, no te casas,
preámbulo de cementerio.

Yo cabalgo
erotizando estatuas con mi vello suave,
mi caricia perversa.

Meticuloso,
tengo hambre y sombras,
sé de espantos, creo en Dios
y abrigo pulgas.

Soy gato de plaza vieja,
disfraz de resignados días.

OLGA STARZAK


EL TÍO LALO

-¿Creés en Dios?
-Creía.
-Tratá de pensar en el bebé.
Antes de que mi mano se posara sobre su vientre, gritó:
-¡No puedo! ¡No puedo!
Todas las miradas la buscaron. Como sucede en estos casos nadie supo muy bien qué hacer. Yo opté por callar. Comenzó a molestarme el aroma de los gladiolos. Miré la hora; no habían pasado más de diez minutos desde mi llegada. Su llanto no me dejaba respirar. La tomé de la mano; no sé si se dio cuenta. Miré el reloj y me propuse, quizás por esas costumbres heredadas, permanecer allí, cerca de ella, hasta la hora del rito religioso; cuando el cura párroco se hiciera presente, aprovechando el movimiento de gente que ocasiona estas costumbres, partiría en silencio.

Dos años antes Gabriel había ingresado a la escuela donde yo trabajaba como docente del Nivel Inicial. Cuando entrevisté a la madre para conocer aspectos de la personalidad del niño, me confesó que nunca lo dejaba salir de su casa, solo; ni a la vereda. Según sus palabras vivía en un barrio muy inseguro. Se le contrajo el rostro cuando me contó que el nene, una vez a la semana, la acompañaba a las visitas dominicales permitidas en la prisión donde albergaban a su hermano. Mi hijo lo adora, dijo. Le pregunté qué posibilidad tenía de quedar en libertad y cuál había sido el delito. Sentencia por Homicidio Calificado; bajó el tono de voz, al decirlo. Cuando cumpla la mayoría de edad lo trasladarán a la Unidad 6 del Penal de Rawson, una cárcel para delincuentes que consideran con alto grado de peligrosidad. Fue en defensa propia, créame. ¡Se la tenían jurada! Cometió el error de escaparse; lo agarraron al rato, y lo metieron preso. Tenía otros antecedentes por Robo a Mano Armada. Bueno, usted sabe cómo son estas cosas: las malas compañías. Fue eso.
Callé ante su sollozo y poco después le pregunté si quería contarme algo más, me contestó que no, que sólo quería pedirme algo. ¡Cuídemelo, mucho, señorita!, imploró.
Le respondí que se quedara tranquila, que a su hijo le iba a hacer muy bien asistir al Jardín y jugar con otros chicos, que eso era muy importante a su edad; que se iba a sorprender con todo lo que iba a aprender. ¡El juega con sus hermanas!, dijo. Si yo no puedo venir a buscarlo, lo hará su abuela.
La despedí con un beso.

Gabriel se movía en la sala como un bebé gateando, se refugiaba debajo de las mesas y emitía sonidos guturales. No sabía cómo tratarlo; me dejé llevar por la intuición: cuando adoptaba esa conducta, lo dejaba hacer. Poco rato después se cansaba y se unía al grupo de niños. No tenía problemas de comunicación, nos contaba historias fantásticas: el protagonista de sus relatos era siempre su tío Lalo: un ídolo todopoderoso que los milicos habían metido en cana.
El niño a menudo se quería escapar. Decidí cerrar con llave la puerta del aula. Poco a poco comenzó a socializarse.
Un día me dijo “te quiero”.
A menudo me traía artesanías hechas por el tío, para mí, en su celda. Era evidente que el chiquito compartía con él sus nuevas experiencias. Un día quiso que leyera una poesía escrita por el recluso. Pude comprobar la devoción de los niños hacia su primer maestra: se la había transmitido al muchacho, y este había hecho suyo ese afecto.

El ciclo escolar había terminado y yo aún podía sentir el aroma siempre fresco de sus rulos.
Ahora era la hermanita la que daba los primeros pasos por el Jardín, la que ocupaba los espacios que él ya había recorrido. Gabriel la acompañaba hasta la puerta del salón y me abrazaba muy fuerte. Yo me aprovechaba de ese momento y lo retenía muy pegadito a mi cuerpo. Después, ante mi insistencia, como un torbellino corría hasta su aula de primer grado.
Al tercer año de haberlo conocido se espaciaron nuestros encuentros. El segundo grado quedaba distante de mi lugar de trabajo. Aún así, de vez en cuando, transitaba con apuro el pasillo que nos separaba y me estrechaba en un renovado abrazo.
Intercambiábamos siempre un “yo también te quiero”.
El mismo aroma en sus cabellos rizados.

Me era imposible traer, ahora, a la memoria esa fragancia, tal vez me lo impidiera el olor a incienso o la transpiración de la madre. Había empezado a apretar fuerte mi mano, y gemía.
Me alegré cuando se abrió la puerta de la sala velatoria. Es el sacerdote, pensé, y volví a mirar la hora; era temprano para la ceremonia prevista.
Entraron tres hombres. El del medio, más joven, vestía pantalón de jeans y una remera estirada. Miró hacia un lado..., miró hacia el otro. Tardó en darse cuenta adónde dirigir sus pasos. Hizo esfuerzos por caminar sin tambalearse y con los brazos envolvió su pecho. Pasó muy cerca mío y pude ver el enceguecimiento que lo sumía. Sus ojos eran dos cuencos sanguinolentos. No sé cómo llegó al pequeño féretro.
Con su presencia se acalló el murmullo y el silencio de los sepulcros comenzó a hacerse presente. Pronto lo interrumpió las expresiones de desesperación que el hombre arrancaba de la garganta. Empalideció su rostro, enjugó sus lágrimas con los dorsos de las manos y observó el cadáver que yo no me había animado a mirar. La rueda de un camión, a la salida de la escuela, había pasado por ese cuerpecito y me costaba entender cómo aún mantenían abierto el receptáculo de madera.
La abuela de Gabriel se acercó con el evidente fin de sostener al hombre, pero la fuerza del propio dolor no se lo permitió.
Nadie se movió de su lugar.
La madre soltó mi mano para llevarla a su vientre.
Respiré hondo.

El hombre se aferraba al cajón.
Cuando intentó recostarse sobre el ataúd, me asusté. El eco de su desgarro me devolvió a la realidad: las rodillas se le quebraban; si se soltaba caería desplomado. Había escuchado hablar, literalmente, de un cuerpo doblado por el dolor. Ahí estaba.
A un mismo tiempo las dos personas que habían entrado con el joven, se acercaron con prudencia; lo tomaron cada uno de un brazo y con poquísimo esfuerzo lo arrastraron hasta la puerta de entrada. Vaya a saber con qué energía, allí se incorporó.
No ofreció resistencia cuando uno de los sujetos juntó sus muñecas y el otro lo esposó.

Al cerrarse la puerta se generalizaron los rumores. Voces que intentaban ser respetuosas se oían cada vez más alto.
Salí de la sala mortuoria. En el camino me crucé con el sacerdote.
Elevé en silencio una oración.
Por Gabriel.

Por el tío Lalo.

MICHOU POURTALÉ

Arrojada de mi busco el despliegue
incapaces miembros me encorsetan
y son vara sin cintura
ni cimbreo como saeta y tallo
giro en el afuera desde adentro
no hay soporte sólo cavidad cárcava
donde voy suelta con el pensamiento.
Una instancia crespa el aire y burla
a mi pequeño visceral navío carcaj
para esta hablante que lo habita
en un tiempo de vuelo vulnerable
y a pesar del ropaje carnal
al que sólo la muerte puede sorprender
persisto incisiva en la búsqueda.


"Damero para un cuerpo"
Ed. del Copista

MARTA ORTÍZ


Me detuvo el límite

el tapial partió en dos
parcelas el terreno.
La infancia repartida
entre los frutos de la tierra.
Mi padre hendía
minuciosa la huerta
como la otra
que mi abuelo
piamontés labraba

en tardes amarillas
de otoño
él miraba a lo lejos,
a ver si el aire devolvía
la imagen
que la memoria
empobrecía.

Desde un fondo de tiempo,
la niña mira.
Sostiene diademas
de flores secas.
La mece un urgente caudal
de hondo cauce.

No detiene la payana
de pulidos carozos de níspero
aprende
trucos de malabarista.

JUAN JOSÉ MESTRE


LA AFINIDAD

Se sentía solo. Casi como siempre. Pero hoy más. El frío era una evidencia más del insulso acaecer de la mañana.

De pronto se le ocurrió algo. Tal vez, llamando a una de esas hot lines que tanto promocionan en la tele obtendría una voz con la que charlar un rato.

Una dulce muchacha lo escuchó, paciente, durante una hora. Acordaron una cita. Cuando colgó, se dio cuenta de algo que se le pasó por alto: la señorita lo había citado en las Cibeles, frente a la Casa de las Américas en Madrid y él estaba parado frente al puerto de Buenos Aires, observando la fuente de Las Nereidas.

Comenzó a caminar despacio. Una sonrisa se le dibujó en el rostro al pensar en la intensa conexión que tenía con su flamante novia.

lunes, 21 de abril de 2008

MONIK MATCHORNICOVA


II

-En el balcón parece
pasajera del espacio,
tan ilegal y seducida.
Allí
frente al vacío,
donde tanto nombre se ha perdido,
donde un canto es indefinido
en la capital de las letras
-donde culmina el asombro
y el silencio es insignia
de distancia.

(Austria)

DELFINA ACOSTA

EL PINO EN LAS PENUMBRAS

Sobre tus hombros inclinar mi rostro.
Un lirio aún vivo que encontré, contarte.
Soy la culpable de tus versos lúgubres
donde una llama ciega y negra arde.
“El pino en las neblinas” es un verso,
y todo cuanto muere o cuanto nace,
la ropa de la flor, la carne blanca
de las orquídeas que al amor se abren.

Mirarte amado y verme en tu mirada,
besar tu anillo gris, pero abrazarte
como si el tiempo fuera a despedirse.

¿Qué es esto de perderse y encontrarse?
Por un camino de furiosas hojas
llegaron los fantasmas de la tarde.
Tú, mi alma sola, y yo, también, tu alma,
si rondan ya los últimos amantes.
(Paraguay)

FABIÁN CASAS


EL MOSCARDÓN


Un pequeño kamikaze
golpea la ventana tratando de entrar.
Posiblemente el frío matinal
lo despertó de la juerga calurosa
de la noche -nosotros mismos
tuvimos que cerrar las ventanas
y correr a taparnos por el temporal-
y ahora (un poco más punk
que el albatros de Baudelaire)
renuncia, aturdido,
a su inasible elegancia.

EDUARDO MILEO

AGUA

El agua, las aguas. El mar, el río. Las aguas sagradas, las celestiales. Las aguas de la imagen. Y también las aguas carnales de la inundación, las aguas sin dioses. Las aguas de Heráclito, que nunca son las mismas. Las aguas del tiempo, las aguas de la historia. El agua que vuela de los ojos al abismo y se abre a la superficie, se ofrece como cuerpo, y es otra vez mar, río. El agua que se ve. El agua que se intuye. El agua que es espejo de sí misma y, espejándose, se hace infinita. El agua que se toca: el agua clara; y el agua que se interna y es profunda. La de los místicos, agua bendita, que se vuelve sangre, aguardiente. El agua que se tiende para ver pasar el agua, y el agua del dolor, el desamparo.El agua que se quita: el agua de los pobres. El agua que se debe sin remedio. El agua de la cloaca. El agua sin sonido. El agua que desnuda y decapita. El agua que se enferma: el agua estanca. El agua que es ajena entre las aguas.Una libélula espera la lluvia con la fuerza que tiene lo inconsciente. No espera porque sí: vendrá la vida con el agua. Y en la mañana que no se detiene, en la tarde que se arroja sobre el incendio del horizonte, en la noche de San Juan, que es la del alma oscura, será el agua la mitad de mi abrazo, y la tierra mi cuerpo. Y sobre el agua brillarán las cosas que el agua trae sin descanso.

sábado, 19 de abril de 2008

LUISA BERUTTI

TALLADOS

......Hojas de acanto
......capitel de vegetales
en mi piedra amada

la sabiduría
....imprimió su nombre
......mientras yo no estaba

......bajo el mismo cielo
....hoy
me cobijo del viento