miércoles, 7 de diciembre de 2011

CRISTINA PIZARRO


LA INTENSIDAD DEL INSTANTE

Perdurará tu cuerpo en la distancia,
en un tiempo perdido.

Quedarán las lágrimas,
la imagen de aquel árbol.
Cuando se unan los días y las noches,
tu cuerpo será una sinfonía irisada.

En el conjuro de las voces,
detenidas en un muelle quebradizo,
me hundiré con pasos lentos en el río.

Con los ojos vendados por las nubes
le preguntaré al viento por aquellos lugares desconocidos.

Regresaré al paisaje afiebrado
de esos fuegos enterrados.

Volveré a merodear por tu mirada;
ya no seré más una prisionera de esta tierra.

Me alzaré hasta las llamas más altas
y mis huellas se unirán a las brasas invisibles.
Ese cuerpo voraz que fuera mío,
me abrirá su boca de extraviadas y errantes palabras.
Arrastrado por la vorágine del azar
resplandecerá
desde la espesura de las noches solitarias.
Y quedará en la memoria,
en el milagro y desvarío.

Desde lejos oiré el torbellino de la lluvia.
Esos labios cercanos lanzarán gritos de esperanza.
Esas manos seguirán tejiendo alfombras viajeras.

Atravesando países extraños
estaré entre reyes y mendigos.

Un prodigio sin fronteras.

Sólo tú sabrás que cada noche
atravesaré las aguas frías,
cruzaré los montes de araucarias,
treparé por las colinas alumbradas
y llevaré un farol a nuestra casa.

Allí me esperarás, cobijado en la buhardilla,
donde aún fluyen gotas de sangre.
Las lágrimas serán un sortilegio derramado
por senderos indescifrables.

Esta somnolencia hundida en las tinieblas
abandonará la noche vacía de mi alma.

Digo adiós a las flores secas,
a los brebajes secretos,
a las voces anidadas en el mercado del tiempo.

Vuelven los gorriones de mi infancia.

Y en esa fuga inasible de los días
mi cuerpo se interpone entre los mares y la tierra,
mi corazón se desgarra entre el desierto de la luna y el fulgor de cada beso.

La casa tiembla ante el tumulto de los muebles, los trajes y vestidos;
los vasos, las tazas, las cucharas serpentean por esta isla
donde caen los rostros convertidos en sombras de mármol.

La furia de los cuerpos invade
el infierno amenazante.
Retorno a tu corazón, a tus caricias,
en este instante en que estoy viva.


De su libro: "Jacarandaes en celo"
-Buenos Aires-

4 comentarios:

Anónimo dijo...

BRAVO!!!

Anónimo dijo...

Autora de la fotografía: Marta Ortiz.
Los jacarandaes en la Ciudad de Rosario.

galáctica dijo...

Cristina, Marta y Norma: en el poema, en la imagen y en el ensamble creativo y generoso están las tres. En cuanto al poema de Cristina su voz se alza para nombrar el último viaje más allá de toda frontera, ya sin cuerpo, y la permanencia del amor pese a que
el cuerpo es ya sólo un recuerdo. ¡Maravilloso!Irene Marks

Marta Ortiz dijo...

Mi fotografía y yo honradas de acompañar un poema tan intenso y bello como este de Cristina Pizarro. Abrazo a Norma, a Crisitna, y a Irene, por sus palabras.
Marta Ortiz