jueves, 10 de marzo de 2011

MANUEL RUANO



LOS POEMAS
 
Llegan, como llega una revelación; 
jamás por el deseo.
Suelen ser buenos o malos,
como los buenos o malos presagios.
A veces, son el regalo secreto de algún dios,
las hojas mojadas de un árbol pensativo
que el tiempo ha ido guardando tras
la puerta.
Casi siempre, se refugian en mí
como silicios extenuados.
Son las ramas soñadoras de un árbol,
que golpea la ventana con la melodía secreta
del amor.
O son sombras de otras sombras,
cautivos duendes de azul cobalto,
que van agarradas de la mano en soledad.
Los poemas son un lugar olvidado
en la penumbra.
La madre que todavía duerme en el viejo
papel,
como el rastro de la tinta de un río cansado.
Son las hojas reveladoras de los días
y las noches.
Yo casi nunca recojo sus hojas secas;
trato de olvidarme de esas páginas;
porque me gusta escuchar la ráfaga del viento
en su quejido
después el canto de la lluvia.
Pero casi nunca encuentro esos poemas; 
ellos me encuentran a mí.
Largas jornadas han formado ese libro
de un árbol pensativo
que enturbia a cada instante mi soledad.

-Buenos Aires-

4 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Manuel: hay distintas experiencias. Hay veces que buscamos y otras nos encuentran pero, siempre, prestos a tomar la nasa para poder sacar las mejores ideas y hacerlas palabras- Un saludo de,

Mónica Angelino dijo...

El poema te encuentra siempre, aunque mires para otro lado.

Besossssssss

galáctica dijo...

Manuel: los poemas como compañía, como hijos , como hermanos, como madres que se desmadran, que nos invaden, que mueren, que desterramos, que nos destierran. Todo eso y mucho más sugieren tus palabras. Logradísimas Irene Marks

Anónimo dijo...

Querido Manuel: ¡Qué alegría reencontrarte en este magnífico poema! Hay textos como el tuyo que son buenos para leer un día de lluvia.
Gracias por compartirlo y un fuerte abrazo.

Jorge Luis Estrella