domingo, 15 de agosto de 2010

IRENE MARKS


A LA SOMBRA DE LA PIEDRA VESTAL

Pero la luna fue señal que partía, fue lámpara que huyendo se
incendiaba
Enorme flota de reflejos, fantasmas sobre la opuesta cumbre.
Desconsuelo terrible de duendes que escapaban para poblar las
sendas de otra tierra.

Cuando rueda-la-rueda
y grita el laberinto del conjuro a la sombra de la piedra vestal.
Cuando el monte se abrió,
cuando la tierra toda era un lamento
y amanecer parido bajo el temblor del último lucero.
Ya quebrado el terrón de los silencios;
donde antes hubo mar, ahora la seca
majestad de la arcilla. Donde antes hubo arcilla,
ahora los pies extraños del diluvio, la burbuja gigante de las
aguas,
la sal.

Alzará ojos de pánico bajo su manto transparente
la mensajera de los días que lloran,
la Secreta, llegada para nombrar al Sol,
que está esperando
debajo de su sangre
cuando rueda-la-rueda
y grita el laberinto del conjuro
a la sombra imantada de la piedra vestal.

de su libro: Origen

-Buenos Aires-

2 comentarios:

Juan Carrizo dijo...

Irene ¡cuantas imágenes poéticas ! deslumbran mi capacidad de asombro,algunas de ellas me inquietan por su mensaje pero tu eres asi ,no das puntadas sin hilo,tus poemas "dicen"

galáctica dijo...

Gracias, querida Norma, por publicarme en tu revista junto a tan buenos poetas. Con cariño Irene Marks