jueves, 15 de enero de 2009

RICARDO MASTRIZZO


El viento ha cesado.
Comienza lenta y mansa
en ceniza
la causa de la noche.
Con perfección,
la perfección del tiempo.
Un reloj
es solo un oráculo
en el silencio que siente cambiar las estrellas de lugar.
Un silencio
tiene el alma cuando amaga
un tanto ebrio algún acorde.
Siento
hasta la raíz del árbol
leñándome las venas.
Por eso
no quiero ataúdes en la memoria.
Quiero un niño, ser un niño,
así de simple.
Sin corbatas ni magisterio protocolar.
Tan solo un niño en el habitad
de su propio niño.
Blandiendo un sable victorioso
ante batallones sin la sangre.
En barrilete y mirada altiva.
En la sana sabiduría de no saber simientes.
Con un flor en cada abeja.
Con una pregunta en cada mano.
Un niño, sin boca resignada.
Sin pasos de peatón.
Sin escarapela fronteriza.
Un niño, soñador de palabras vivas.

Es que, en esta noche de Reyes
cuando el viento cesa
la piel vuelve a su lugar y el árbol se aquieta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ricardo:
que los duendes te concedan el deseo de ser el niño que alguna vez y que aún deambula en tu cuerpo.Rosa Lía Cuello