viernes, 8 de agosto de 2008

GRACIELA LICCIARDI


Debí partir el día en que una mariposa
Dejó sobre mis huellas sus polvos de colores
Debí partir hacia la boca de uva que alimentaba mis venas
Debí juntar las piedras brillosas
De días florecidos de secretos sabores

Debí celebrar el oportuno salto hacia la vida
Hoy me quedo aquí
En las orillas del nunca
Distraídamente vacía

1 comentario:

Anónimo dijo...

La autora intentó captar y refleja en toda su maravilla, ese instante de la vida que a los ojos idealizantes de nuestra lírica melancolía parece perfecto y pleno.
Nadie puede fijarse ni en la suprema felicidad ni en la absoluta desolación; estamos condenados a seguir gozando y sufriendo. Pero a veces logramos como aquí, la epifanía del poema, que no es poca cosa. Rubén Vedovaldi