lunes, 2 de junio de 2008

HÉCTOR BERENGUER


ASEDIO DEL MAR

Hay un gusto a sal en mi boca
quizás sea el gusto final de todas las cosas.

Un día salí a buscarme
pero ya no era el mismo,
es mejor no saber imaginar
ninguna presunción de lo desconocido.

Construí esta casa de arena
que tiene la forma de mis pensamientos,
atrás quedó el verano
y sus poemas contorneados de niebla.

¿Por qué asedia el mar si ya
no hay amantes en las playas,
sólo desconocidos dibujados
en su propia distancia?

Cuando todo esté acabado
el viento me tallará como a una duna.

Mi único arrepentimiento
es no terminar a tiempo
y que mis deseos permanezcan
más allá de mí mismo.

Anoche tuve un extraño sueño
podía ver pasar el tiempo
así como se da la espalda o la mano,
es como las cosas cambian de sentido
y con ellas se detiene todo lo previsto.

Ahora sé que hay otro mar
e irrumpe en sueños,
su larga travesía
hacia la otra orilla.

Todo es vulnerable
como un cuerpo
hecho a la altura de su luz.

Cuando éramos niños
solíamos susurrar exigentes
el término del miedo,
ahora unas voces nos llaman
y ya hemos desaparecido.

A través del mar he sentido
mi vida extrañada
como si fuera de otro.

Si yo pudiera creer sin saber
me derretiría en una lágrima.

Dame este don como si fuera el último,
dame este día hasta que se torne
como un árbol
la sombra de sí mismo.

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