viernes, 10 de diciembre de 2010

LUIS BENITEZ



EL COTILLÓN DE LAS TINIEBLAS

Las llaves rotas, las monedas sin valor,
esos teléfonos anónimos recobrados de un bolsillo,
el polvo de las paredes, de los muebles, las ventanas.
El polvo que cubre toda la tierra
como un segundo mar, en seco.
Una mancha en la ropa que continúa en la carne,
un grito y después un susurro y después el silencio
que a duras penas se disfraza de resto de la tarde.
Un llamado sin voz, despertarse buscando
un algo indefinido que a nuestro lado se desangra
y difumina y que olvidamos por grados.
Lo que nos amenaza desde una mosca
chillando furiosa en la cortina.
Una misma situación, las idénticas palabras,
que cada cuatro exactos años se repiten
con la morosa precisión con la que baja,
de nuevo, un ascensor.
Las cosas que nos miran fijamente,
desde las vidrieras cerradas,
cada vez que pasamos haciendo
la penosa pantomima de ignorarlas.
Alguien que nos observa desde un lejano edificio,
exactamente cuando vemos sin oírlo
que nos está diciendo algo.

El compacto horror de la tortuga
que nos devuelve al jurásico.

-Buenos Aires-

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querida Norma: te escribo para agradecerte muy personalmente la publicación de mi poema en tu bien conocida revista: ha quedado excelente! Muchísimas gracias!
Aprovecho la ocasión para saludarte por estas fiestas y desearte un excelente nuevo año, que sea el escenario más adecuado para los nuevos logros que te esperan y tanto te merecés.
Con todo afecto y reconocimiento,

Luis Benítez

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Luis: ese cotillón del que no podemos huir, está, nos rodea como... "la mosca chillando furiosa en la cortina". Nada de eso podemos ignorar, aunque lo pretendamos. Una buena reflexión. Te saluda,

Anónimo dijo...

La conciencia lúcida en estado de poyésis, registrando objetos e imágenes de los sentidos. Y esos dos versos del corolario haciendo estallar lo dicho, llevando a otro ámbito todo lo significado. Rubén Vedovaldi