jueves, 10 de diciembre de 2009

RICARDO RUBIO

MUJER SOLA

Un destemplado ardor se acurruca
en esta calle llena de mediodía.
Pulpa de pluma la mujer que viaja.

Lleva discordia en su adjetivo
y algún nombre a la sombra de la vergüenza.
La simulación no es vana, se dice,
jamás delatar, fingir excusas.
Hay razones de razones para su mentido no,
historias de tradición y de jamás,
moral fidedigna,
traspuntes arrodillados a la culpa
con los párpados tiesos,
con la fiebre sazonada de clavos,
candados o cadenas de la niñez.
Sus palabras no trasponen los labios,
temen gritar los deseos
que no alcanzan la aldaba.

Va atardeciendo con aire negro
y ella viaja fatigada entre dientes;
regresa a sus vocales solitarias,
a su gato, a su espejo,
a su triste alfombra.
Ha dejado de preguntarse
por el que nunca existió;
ambos han muerto.


-Buenos Aires-

4 comentarios:

Gustavo Tisocco dijo...

Se nota la resignación y el dolor, bello Ricardo.
Saludos, Gus.

Anónimo dijo...

Ricardo: la soledad acurruca los deseos y diluye las palabras. Este poema es una pintura de cómo -alguien -en soledad- se desliza en el tiempo y vuelve a su vacío. Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.

Juan Carrizo dijo...

Es cierto Ricardo se muere siempre cuando el amor se calla,si las palabras no trasponen los labios se suicidan en las comisuras,(muy bello poema)

Anónimo dijo...

Querido Ricardo: Esos tres primeros versos son para comérselos. Estupendos y todo el poema se mantiene en un nivel que me emocionó,
Un fuerte abrazo.

Jorge Luis Estrella