miércoles, 2 de diciembre de 2009

CARLOS PÉREZ CARIGNANO


EL OCÉANO

Océano que azules
borbotones de oleajes lleva anclando
cual monte de abedules
tus aguas van sembrando
el frutal de tu seno alimentando


tus aguas se transforman
en camino y en senda preferida
que van acompañando
las naves cuya vida
se estremece en tu agua agradecida


los peces que tú alojas
serpenteando el espacio son felices
cual mieses que deshojas
y voz en que predices
como enjambre nidal en sus matices


los barcos con su vela
al flamear en tus aguas agradecen
espacio que devela
y en breve tiempo ofrecen
navegar por los mundos que apetecen


la isla solitaria
enclavada en el seno de tu casa
es tierra tributaria
del agua que en tu brasa
alimenta bañando allí su traza


las aves que en bandada
sobrevuelan tu piel embravecida
elevan su mirada
buscando en la partida
descansar en tu paz restablecida


tus horas que estremecen
se agigantan en tiempo de tormenta
tus vientos recrudecen
y en hora muy violenta
la paz del pescador también ahuyenta


océano precioso
de horizonte llevado al infinito
tu espacio poderoso
estalla en fuerte grito
y nos lleva a gozar tu sol bendito


aquellos navegantes
que deciden vivir en tu latido
con alma de gigantes
descubren tu bajido
y el ardor que tu voz haya ofrecido


-Pergamino, Buenos Aires-

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