jueves, 11 de junio de 2009

JUAN JOSÉ MESTRE


TULES

No recuerdo en qué momento la niebla me fue cubriendo de ausencia y olvido. Seguramente, fue en el instante aquel en que te dije que te amaba, pero no iba a luchar por retenerte. Sabía que era lo mejor para nosotros, que nada tenía para darte: ni siquiera el amor era suficiente, ni siquiera mi dolor me daba derecho a someterte a la mísera existencia de mis días.

Y tú... ¡eras tan joven! Si me parece ver tus ojos en llanto solamente por ver los míos en llamas... Así, nos fuimos perdiendo entre palabras huecas, excusas que nos inventamos para poder ver en el mañana una pizca de azul en el cielo, con tus culpas por no amarme. Con las mías por hacerlo.
Eso fue todo lo que hubo entre nosotros. Un puñado de errores que la inercia de la niebla fue desdibujando hasta convertirlo en grises apagados, en luces que se quedan atrapadas por las sombras.Hoy no soy nada. Sólo el agujero negro de mis cuencas sirve para contener aquella imagen raída por el triste crespón de la lejanía.

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