lunes, 2 de marzo de 2009

LEONARDO HERRMANN

SIRENA

Lo que ella planteaba era una palabra atada con alambres de púas. Era un signo colgando en la tempestad del averno. Eran sus ojos una ira de langostas de ácido perforando el horizonte.
¿En qué momento se gestó la violencia? Esa primigenia, instintiva, ancestral, violencia capaz de hundir todas las embarcaciones de Caronte. Quizás la profundidad de su violencia era la misma, esa intensa e inagotable fagocitadora de luces, creadora del incendio que habitaba los rincones más perversos de mi alma. Cali, destructora, dulce parásito desnuda alimentándose de mis noches, ocupando las paredes, el techo, la ventana, la biblioteca, mi cuerpo...Su carne era el universo creándose a si mismo en una eterna ceremonia.
La mujer camino hacia la costa. Atravesó la ciudad de los ciegos. Las sombras tejieron su cuerpo en la noche. Imágenes extraviadas de una joven y un naufragio. Ella, el Apocalipsis de la carne anunciaba la inminente extinción, la tormenta en suspenso, sus ojos.
La noche fue despiadada con los viajeros. Ángeles descarnan entre lobos los tibios huesos de los amantes, de aquellos guerreros que duermen detrás del sol.El secreto ritual, ella, sirena en el horizonte de la ventana. Un ojo, un anciano, que observa los fragmentos de mi historia.


De: "Cita de arena"
-Buenos Aires-

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