lunes, 11 de agosto de 2008

LUIS BENITEZ

EL COTILLÓN DE LAS TINIEBLAS

Las llaves rotas, las monedas sin valor,
esos teléfonos anónimos recobrados de un bolsillo,
el polvo de las paredes, de los muebles, las ventanas.
El polvo que cubre toda la tierra
como un segundo mar, en seco.
Una mancha en la ropa que continúa en la carne,
un grito y después un susurro y después el silencio
que a duras penas se disfraza de resto de la tarde.
Un llamado sin voz, despertarse buscando
un algo indefinido que a nuestro lado se desangra
y difumina y que olvidamos por grados.
Lo que nos amenaza desde una mosca
chillando furiosa en la cortina.
Una misma situación, las idénticas palabras,
que cada cuatro exactos años se repiten
con la morosa precisión con la que baja,
de nuevo, un ascensor.
Las cosas que nos miran fijamente,
desde las vidrieras cerradas,
cada vez que pasamos haciendo
la penosa pantomima de ignorarlas.
Alguien que nos observa desde un lejano edificio,
exactamente cuando vemos sin oírlo
que nos está diciendo algo.

El compacto horror de la tortuga
que nos devuelve al jurásico.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta era del video y de las fotos satelitales y de tanta cultura de la imagen y del mostrarlo todo ya ya ya, no significa que la humanidad aumente su capacidad de ver y de oír y saber. Y quienes nos señalan y advierten la ceguera y sordera y peligrosa y fatal anestesia de la vida automatizada, siguen siendo los poetas y Luis Benítez lo es intensa y lúcidamente. Rubén Vedovaldi

Anónimo dijo...

COINSIDO CON EL POETA VEDOVALDI...
Y FELICITO AL AUTOR.
SUSANA RUIZ

Anónimo dijo...

Cuántas verdades en el poema. Excelente.
Víctor H. Tissera