jueves, 27 de diciembre de 2007

PERE BESSÓ GONZÁLEZ




CUENTO DE NAVIDAD


El autor colecciona mudas de sierpe,
elabora horóscopos que después regala,
hace trampas con los números del Deuteronomio,
y profesa malabarismos con el vicio de Onán,
el chapoteo entre líneas,
la caída del ángel a plomo,
el cubrimiento del desamor con azogue.
Y eso a duras penas es un deplorable resumen de su trabajo.
Lector de las virtudes de los rascacielos,
especie de astrónomo encolado como una pelota de trapo,
las cejas al fuego,
corcel de tea, látigo, cometa
con las estrellas que vislumbra un hubble sucedáneo,
con guantes de mano en la esfera de seda,
que mantiene, no obstante, la bodega en su sitio:
en cada punto del mercado de las cuatro estaciones un ojo,
tapón de corcho,
pide.
Rehuye el polvo de la bóveda,
la música que se desliza por la soledad,
-no, no se trata de mera abstracción-
el vacío en blanco,
vacuum en sí mismo,
por doquier,
censor –o al menos huellas- de la idea de Dios:
la epidermis en tres asteriscos,
ménage à trois,
y retranca.
(Cosquillas, risas desaforradas
(que -está claro- no aparecen en el almanaque del Año Nuevo,
pero sí en el al tratado de la opilación de la yegua).



CONTE DE NADAL


L’autor col·lecciona mudes de serp,
elabora horòscops que en acabant regala,
fa trampes amb els números del Deuteronomi,
i professa malabarismes amb el vici d’Onan,
el xipolleig entre línies,
la caiguda de l’àngel a plom,
el cobriment del desamor amb argent viu.
I això és amb prou feines un resum deplorable del seu treball.
Lector de les virtuts dels gratacels,
mena d’astrònom encalat com una pilota de drap,
les celles al foc,
corser de teia, fuet, cometa
amb els estels que albira un hubble succedani,
amb guants de mà a l’esfera de seda,
que manté, però, el celler al seu lloc:
en cada punt del mercat de les quatre estacions un ull,
tapó de suro,
demana.
Defuig la pols de la volta,
la música que s’esmuny per la soledat,
-no, no es tracta de mera abstracció-
el buit en blanc,
vacuum en sí mateix,
pertot,
sensor –o almenys traces- de la idea de Déu:
l’epidermis en tres arteriscos,
ménage à trois,
i retranga.
(Pessigolles, desfolrades rialles
(que -és clar- no apareixen a l’almanac de l’Any Nou,
però sí al tractat de l’opilació de l’euga).


(Valencia - España)

martes, 11 de diciembre de 2007

Mi saludo para todos los amigos escritores


FERNANDO LUIS PÉREZ POZA




A ESA MUJER QUE AMO

A esa mujer que amo,
la que me afina cada día el diccionario
y aguarda en cualquier esquina
a que ponga del revés el alfabeto.
Si. A esa.
La de la segunda fila

empezando, desde luego, por la izquierda,
o la que está al fondo,
oculta tras la columna;
la que lleva el alma en cabestro
y acaricia entre sus sueños
la misma sien cóncava del aire;
la que muerde la vida
como un gorrión en celo
y, a menudo,
se queda preñada de poemas.

A esa mujer
la quiero no sólo para mí,
sino también para ti,
y para todo aquel
que aspire a sentir
el galope veloz de la pirámide
cuando juega a borrar desiertos.

A la misma que viste y calza
o se desnuda en cada verso;
la que siempre grita con voz temprana
y se asoma entera al filo de una letra
o se aferra a la pata del tintero
como si éste fuera un chaleco salvavidas.

A esa le daré siempre
----toda mi existencia
--------cada vez que la encuentre
------------prendida al alfiler de un momento.

JUAN JOSÉ MESTRE




HAY EL AZUL

hay el canto y la locura
el milagro y el misterio
de la brisa y de la niebla
hay un sollozo y hay la vida
incrustada en los espejos
(narcisista en el atisbo receloso)
del espacio
que puede hacerle sombra
en el umbral del Tiempo
hay un inicio
un final
un entretanto
la sangre de Dios
el arte
esa melancolía por lo excelso
que muere en aras de un responso
-vitral encendido en soles-
cuando el azul
vuelve al lógico desvarío de ser aguamarina tácita en el adagio


JESÚS ALEJANDRO GODOY



INVISIBLE COMO ANTES


...Es viento, ahora que mis manos venosas y marchitas se entregan al compás de la locura, que escucho las voces de la oscuridad; que me llaman, que me nombran, y me dicen que falta poco para que esas caricias que ya me han abandonado, vuelvan a mí, como vuelve el mar solitario a contarle a las rocas, que vio un ave aventurera cerrar sus alas en pleno vuelo, y con paz, se dejó caer por que todo ya estaba hecho y cumplido.
Miren nubes mi andar errático que marca la única perdición que encuentro dentro de mí, que me detiene y me obliga a quedarme sentado junto a estos fantasmas de ojos negros, que con temor, miran los desperdicios de sus recuerdos y se preguntan dónde se encuentran; miren nubes, que ya escucho esas buenas nuevas que canta el rocío, y me dicen que quizás un día la niebla me envolverá y me posará sobre un relámpago, y juntos recorreremos el mundo, dejando tras de sí, solamente una luz de colores repleta de misterios.
Lugares que he andado, ahora que mi boca vacía de dientes está y mi lengua se ha dormido para nunca más despertar, es que comprendo que yo los moldeaba y les daba vida y no, ustedes, lugares, a mí.
Sitios ajenos a mi presencia por donde he dormido, trabajado; por donde mi sombra aun se pregunta adónde me he ido; lugares, ya no me aprisionen y no retengan mis recuerdos ni mis cosas ni mis ganancias, por que ya ven, que aquí, desnudo, entregado y solo, iré a bañarme de luz, a reír todas las alegrías y a llorar todos las yerros; lugares, váyanse sin mí, que lo que ustedes tienen, no me sirve para pagar las deudas que ahora tengo con esos, que no sé por qué, se aparecen en mis sueños y tocan mi rostro por las noches para que no los olvide.
Amores sexuales y fiestas sin control que aún me hacen reír al recordarlas, sé que todo fue mágico para remendar algunas soledades y algunos espacios en mi vida; me despido ahora sabiendo que no todas las olas mojan el alma aunque pertenezcan al mismo mar.
Espacios, mundo, abismos cavernas y misterios; perdónenme si no los he recorrido por completo, es que siempre fui temeroso de dejar mi espacio... y ahora que lo dejo, río y lloro, al saber que mi espacio era el mundo.
Ángeles centinelas que ahora me espabilan, y me sorprenden con sus historias; no dejen que parta sin antes devolverle al viento todas sus historias y secretos; no dejen que me vaya sin retornarle a mis caminos todos sus pasos y sus sinsabores; centinelas que ahora me espabilan, que me llaman, que me nombran y que me dicen que todo está presto para traspasar algún umbral... no me dejen partir, sin agradecer todos los alientos y perdonar todas las heridas.
...Es vida, que ahora me pregunto: ¿Esto es la muerte?
Y me vuelvo niño, y ya me hago invisible como antes, y digo adiós a todos mis equipajes y me voy a pedirle al mar, que me lleve sobre sus olas, por que quiero ser como esa ave, que un día cerró sus alas en pleno vuelo, y se dejó caer en paz; por que todo, estaba hecho y cumplido.

CAROLINA GÓNZALEZ VELÁZQUEZ



AL AIRE

Hago preguntas al aire
que no respondes
por que estas lejos
y presiento tus respuestas
por que se de memoria
de que color son tus ojos…

Invento versos al aire
por que se que entre sus vueltas
llegará a tu oído
las palabras que te ofrezco…

ZARA PATRICIA MORA VÁZQUEZ




CINCO BESOS PARA ALICIA


El primer beso se lo dieron cuando hubo de nacer, más tarde vinieron los potitos y pañales, los lloros a raudales y el besito a papá y mamá fueron el segundo y el tercero, la niña se hizo mayor Alicia crecía y con ella su cuerpo su imaginación su sentir y el deseo, ese deseo infantil de besar siendo adolescente para ir a llorar después de decírselo a papá, por los rincones de su alcoba de princesa. su cuarto beso el más conflictivo, Alicia se hace mujer, y la lentitud de su vida, la hace presa del llanto, “quiero vivir mas deprisa”: dice, “aspiro a tener derechos”, “dame libertad”, “déjame vivir”, “no soy de tu propiedad”, y aunque la guerra esta perdida Alicia sigue luchando y se hace mayor, se le anuncian despedidas, despedidas de los juegos, despedida de los buenas noches cocodrilo, despedida de la niña que un buen día quiso ser mujer.Y besa su boca de fresa, a su amor de juventud, dulces son sus besos, ama, razona y siente,
¡santa madonna!, también miente cuando intenta ser adulta es el quinto beso, el que para Alicia, crea más complicación, supone la perdida de ese celo de padres, para convertirse en celo de enamorado, celoso de que preste sus besos a otro la hace suya ,- “tú amor es solo mío” -le dice: mientras- ella sonríe- y dice – “ya soy una mujer”-.

NORBERTO PANNONE




CUANDO


Cuando la angustia
trepa a la palabra,
en soledad escribo.
Arriesgada forma
de la rima
sazonada de intentos.
Sin atadura alguna,
echo a volar al viento
la intrépida alegría
de seducir al verso.
Peregrino en lo “otro”,
sólo en “esto” derivo.
Por la fiera tristeza
de lo amado y perdido,
es que a veces, escribo.
Por aquellos “nosotros”
que hubieron partido
y todos los “quienes”
que jamás trajimos.
Por las nuevas palabras
que ninguno dijimos
y los sueños frustrados,
inhumados de olvidos.


Es que a veces, sólo a veces,
de estas cosas, escribo…


sábado, 8 de diciembre de 2007

NORMA PADRA




MARÍA LUZ… LUZ MARINA

En la castigada ciudad de Puerto Príncipe, María Luz y uno de los tantos guardacostas, formaban una linda y feliz pareja hasta que un día él partió, hacia el país de las almas perdidas.
La tristeza invadió el corazón de ella, que fue encerrándose en un cono de pena al que nadie podía ingresar.
La veían solitaria y agobiada deambulando por la orilla del mar a la hora en que sol entrega su energía, y también por las noches cuando la oscuridad la obligaba a iluminar su paso con un humilde farol cuya luz concluyó por atraer a las mariposas que se convirtieron en su única compañía.
Una mañana la vieron bordando esas maravillas aladas con la espuma que el mar dejaba en la orilla. Terminada la obra, se vistió con su níveo tejido y así fue cobrando vida su nuevo y mágico aspecto.
Aquella tarde todos asistieron al misterio de cómo era llevada por los aires al compás del aleteo de sus compañeras y, desde ese momento, el viento suave jugaba con ella mientras la rodeaban miles de mariposas blancas. Hasta que hubo una tormenta muy fuerte y María Luz fue arrastrada por ráfagas huracanadas que la llevaron lejos.
En lo alto del cielo se la vio flotar.
Hoy descansa su cuerpo en un campo cerca del mar donde crecen flores multicolores y nacen mariposas todos los días.
Cuenta la leyenda que los pescadores, en las noches de luna llena, la ven volar con su vestido de mariposas y luciérnagas.
Su imagen se multiplica por miles al reflejarse en las ondas marinas y se diría que, mientras ellos pescan, ella los acompaña, iluminándolos.

VÍCTOR MARCELO CLEMENTI




ANIMADO

La ulterior conclusión de la ciencia
será que la realidad
es un dibujo animado.

Si la ilusión es un vestido
¿cuál es el cuerpo de la verdad?

La verdad ocupa todos los cuerpos,
no distingue.
Es informe,
la verdad no ha sido acabada.

Es un bosquejo,
un dibujo animado.

¿De quién? Una mano,
también incompleta.

Sólo una mano
en la absoluta nada.

Sólo posible
en un dibujo animado.

MARCELO JUAN VALENTI





En sueños
se combinan cielos claros
con casas a oscuras,
como los pintó Magritte.
Un
paisaje
paradojal.
La contradicción se suspende,
al peregrinar
por la finura cromática
de la realización
del deseo.


CLARA REBOTARO




DESCALZA


En la pradera
recién amanecida
bebíamos del mismo río
amorosamente
aceptando el obsequio
de un nuevo día…
Mirándome fijamente
dijiste:
“El vacío se llenará…”
“Ciertas cosas no se pueden saber…”
“Deberás elegir bien
tanto a los amigos
como a los amantes…”
……………………………………
El rescoldo de mi fuego
humea lentamente
y no salgo del tiempo
en que he vivido
tu vida
más que la mía.



"Sumisión de la hierba"
(2.007)

CRISTINA PIZARRO




CRISÁLIDA

............................ A Edith Casinelli
Cuentan las siemprevivas de mis cestos perfumados:


Despojada de esa muralla inexpugnable,
como una valquiria me arrojé al navío.
La orilla de mi cuerpo
hechizó a un marinero lascivo.

Dónde estará aquella boca salvaje
que cercenó los nubarrones de mi pecho aciago.

Las lanzas clamaron al mar.
El velamen áureo floreció sobre las olas.

En la danza macabra,
irradié dones por el Gólgota.
Y escondida detrás de un guijarro tenebroso,
me sumergí con prisa,
en una fuente de hidromiel.


"Jacarandaes en celo"
(2003)

GUSTAVO TISOCCO




TERRAZA

Fácil y sutil
el salto al vacío.

Elevar mis brazos
como si fueran alas,
atravesar los edificios,
surcar lo celestial,
ser atmósfera, inercia,
liviandad suprema.

Inesperado el asfalto
que me castiga...

viernes, 7 de diciembre de 2007

GUSTAVO MARCELO GALLIANO




OLVIDANDO A XIARA

¿Cómo olvidarme de Xiara?...
Sería como quedar atrapado eternamente, en la cima del magno Aconcagüa.
Pero sería una utopía. Utopía de aquellos que aún resisten a creer en el olvido. Imposible abstraerse ante ella. Su sola presencia todo lo invade y todo lo torna supremo.
Es como si una ráfaga de aire fresco, mezcla de pino y hierba fresca, te insuflara los pulmones, te despertara el alma, te convirtiera en alguien mejor, y a la vez, otra ráfaga de calor intenso, denso, te lleva a desearla más que a nada en el Universo. A desear su infierno, si existiera un infierno, o más de uno, según el Gran Dante.
Su figura felina logra encender hasta el deseo de aquellos que creen que el deseo es algo que ya no lograrían desear, ni encender.
Esa es Xiara. Mi Xiara.
¿Cómo olvidarla después que haya posado sus ojos en mí?
Esa mirada de fuego, fuego de lava. Lava de incontrolable volcán. Corriente infernal que te hace sentir vivo, pleno, átomo repleto de energía.
Ni el Faro de Alejandría o el Coloso de Rodas, ni el Templo de Artemisa o la Estatua de Zeus, ni los Jardines Colgantes de Babilonia o el Mausoleo de Halicarnaso... ni siquiera las Pirámides de Guiza... nada es comparable a mis días con Xiara.
Un inmenso torbellino me envuelve en su fragancia, sin permiso ni descanso. Y me devuelve a la realidad de manera injusta, insensata. Cruel y arrogante. Castigo excesivo a mi testaruda ignorancia sobrecargada de hormonas.
Como arrojarse sin ataduras desde las Cataratas del Niágara y sentir esa sensación que nace en el estómago, explota en el pecho y estalla en el cerebro, tan intensa y compleja como la muerte misma, tan llena de adrenalina como la vida misma.
Respirar junto a ella era conocer a las Parcas en un instante... como si Nona, Décima y Morta se convirtieran en solo una, y poderosas decidieran embriagarme con el destello de Xiara, hasta dejarme satisfecho. O más insatisfecho aún.
Pero decidí saltar, saltar hacia la duda.
Como si me arrojase desde la cima de los Cárpatos Occidentales, desde los Alpes de Transilvania, como si lo nuevo fuese bueno, solo por nuevo, solo por aventura, por violar las reglas. Sin necesidad, solo porque sí.
Saltar hacia la nada y a la vez saltar al todo.
Saltar sin parapente ni paracaídas. Saltar. Cuando no se conoce hacia donde se salta pero se creyendo firmemente en que vale la pena.
Y sin embargo, mi interior me lo imploraba.
Como una voz que te martilla y martilla los oídos desde la mañana hasta la noche. Y vuelta a comenzar. Y término del día me encontraba extenuado, extenuado y más conflictuado que el interior del mismísimo Kafka.
Hoy el despertar sin ella es como despertar en un tórrido desierto.
Con la garganta reseca y arterias palpitantes. Con la mente confusa y el corazón casi inerte. Músculo convertido casi en fibra. Fibra sin calor.
Despertar sin Xiara es como no llegar a despertar nunca. Como no poder volver a soñar, y solo tener acceso a pesadillas constantes. Como si estuviera en el árido Sahara, cuidándome de oasis y moros. Como si estuviera en el reseco sur del Kalahari, huyendo de bosquimanos.
Un presagio me ha invadido: estoy comenzando a olvidar a Xiara.
Olvidar es comenzar a recordar un poco menos.
Como comenzar a desandar el camino. A ovillar la madeja. Y poco a poco, se obtiene la nada. Xiara es el todo. Yo equivoqué mi camino y hoy soy lamento sin muro. Creí que tras el muro estaba la vida plagada de dicha y escapar a la calle sería solo una aventura. Aventura con retorno. Retorno y regreso. O nó. Después de todo... eso es la aventura.
Mi anterior hogar era un chalet antiguo, ventilado y soleado. Con eco de risas de niños, perfume a rosas y jazmines cultivados. Con aroma a alegría, dicha, calma. Mi nueva casa es gris, oscura y húmeda, aroma a incienso repulsivo, a hiedra y malva.
De ellos solo distingo sus zapatos. No son muy cariñosos ni considerados. Hace algunos días, o semanas, como saberlo, me llevaron ante un profesional de la salud, según ellos. Dijeron que era por mi bien, que estaría más calmo.
Hoy mi voz es apenas un eco desgarrado en la distancia... Una implosión que me destroza... un destello de lo que fuera... si acaso fui... o pude ser.
Extraño mi antigua casa... aunque cada vez el recuerdo brote más tenue. Extraño mi anterior nombre... aunque “Xum” ya no me resulte tan interesante, jamás me acostumbraré al de “Rodríguez”.
Sí... extraño tanto a Xiara... paradójico... aunque de a poco haya comenzado a olvidarla... aún a pesar de no desearlo... pero es inevitable... aquí en el sillón frente al TV todo es hastío y sueño sin sueños... como queriendo no ser.
¿Porqué habré escapado?... ¿comprenderán algún día los humanos lo que siente un gato esterilizado?... El frío de esta casa es mi necrópolis, sin duda, sin Xiara, es tan fría como la cima del magno Aconcagüa.

MARISA PRESTI





LA BARRA


Noche tras noche el deseo se había ido agolpando como una bola de nieve, ajeno a su frente perlada de sudor, a sus manos frías, a sus ojos abiertos de madrugada. Desde hacía meses, Nicolás Ojeda temblaba de noche y disimulaba ante la luz del sol, pendiente de aquella fuerza que lo obligaba al desvarío. Hablaba poco y nada de sí mismo, razón por la cual prefirió guardarse los pesares en silencio. Pero sentía que la pulsión aumentaba, al punto de abandonar súbitamente su escritorio en horario de trabajo para ocultarse en el baño. En ese lugar pequeño, se sentaba en el inodoro largo rato, cerrando los ojos al mundo real para evocar la fuente de su inquietud. No necesitaba dibujarla en su imaginación, la sentía en todo el cuerpo, tan real como en aquellas épocas en que se entrelazaban en la cama. La curva de sus hombros, el pecho delicado con aroma a jazmines, la boca entreabierta donde una lengua única lo inundaba de sabores. Ansiaba tanto fundirse en ese cuerpo, había llegado el deseo a una urgencia tan extrema que el dolor le arrancaba sollozos ahogados cuando con los ojos abiertos constataba que los azulejos blancos eran su única compañía.
La insatisfacción le arrancó capacidades, ya no recordaba quiénes eran sus clientes, ni de qué proyectos le hablaba su jefe. Descompuso la fotocopiadora tocando los botones equivocados y un día se encontró caminando por la calle sin saber dónde quedaba su casa.
Todo eso lo supe mucho después, cuando Nicolás Ojeda, apoyado contra la barra, me pidió el cuarto whisky. La primera noche que vino no le presté atención, era uno más de los solitarios que ahogan sus penas con alcohol, con la mirada perdida en el fondo del vaso, los ojos vidriosos y un leve temblor en la mano derecha. Pero debo reconocer que un hombre que llora me conmueve lo suficiente como para intentar alguna frase de alivio. Y eso es lo que hice el tercer día que lo vi: Cálmese, hombre, cuénteme qué le sucede. No levantó la mirada ni me contestó. Apenas hizo un leve gesto con la mano, pidiéndome que volviera a llenar su vaso. No quise insistir, pero me quedé a su lado, temeroso de otro desborde emocional. Mientras atendía otros clientes no dejaba de observarlo; tomaba despacio, aparentemente más calmado, aunque seguía agachado y con la vista fija en el vaso.
Las primeras horas de la madrugada vaciaron la barra. Miré a mi izquierda y noté que habíamos quedado solos. Él apoyaba su cabeza sobre el brazo derecho, evidentemente afectado por el exceso de alcohol. No recuerdo como empezó a hablar, creo que murmuraba algo cuando me acerqué a retirar el vaso y al sentir mi presencia se desbordó en palabras.
Soy una mierda./ No diga eso, no es verdad./ Usted no sabe lo que me pasa./ ¿Por qué no me cuenta?/ No creo que pueda./ Vamos, hombre, estoy acostumbrado a escuchar cosas fuertes, inténtelo.
Quiero hacer el amor con un cadáver.
Los ojos claros me miraban fijo, pero traspasaban hacia algún punto que estaba más allá de mi rostro. No notó mi turbación, el desagrado por meterme donde nadie me llamaba, las ganas de darme vuelta y olvidarlo. Había escuchado confesiones fuertes de hombres cercados por el dolor, por el vicio, por las deudas. Sabía que el alcohol libera todas las represiones, pero no estaba preparado para algo semejante.
¿Y? ¿Qué me dice? Estoy desesperado, apenas cierro los ojos el deseo es tan intenso que no puedo soportarlo. Y cuando sueño, ella está ahí, desnuda, insinuante…pero nunca llego a tocarla.
Estaba a punto de darle la tarjeta de un médico siquiatra, convencido que era víctima de alguna patología seria, cuando él sacó una foto de su bolsillo derecho. El dolor tenía rostro: una morena de rasgos delicados, joven, de cabello largo y enrulado. En su boca, una sonrisa seductora e inquietante.
Hace treinta años que no he vuelto a verla.
Nunca tomo en el trabajo, pero esa noche me serví un whisky doble. Realmente no entendía lo que el pobre tipo me contaba. Para no complicarme, decidí silenciar mis preguntas y dejar que siguiera hablando:
No pude hacer el amor con nadie más. El anhelo de tener a Angelina es tan fuerte que daría mi propia vida para sentir su cuerpo fundirse con el mío. Pero ella ya no existe, ¿entiende? Es un cadáver al que me aferro noche tras noche.
Aliviado, comprendí que era un ser humano que no podía superar el duelo de haber perdido a su compañera. Fui hacia donde estaba sentado y lo abracé con fuerza. A la media hora, hermanados en la confesión compartida, salimos del bar y caminamos unas cuantas cuadras. Lo noté más animado, escuchó con interés los múltiples consejos que improvisé para calmar su obsesión. En mi omnipotencia, hasta me pareció que se había sanado. Y eso me alegró. Le había tomado afecto, sentí que esa amistad incipiente me iba a dar muchas oportunidades de ayudarlo. Sin darme cuenta, terminé acompañándolo hasta la puerta de su casa. ¿Querés pasar?, me dijo. ¿No es un poco tarde? Vení, insistió, es la hora en que Angelina está más hermosa.

ITZELA SOSA





REVELACIONES DEL VERANO


Mirando de reojo a la locura
se aprende a decir ¡Basta!
no son de sal los pájaros
ni la velocidad del trueno que nos parte
ni esta orfandad que pende
del rompecabezas de la vida
ni las caricias que no llegan nunca
a este precipicio vertebrado
ni a estos ojos por los que pasa el mundo indiferente

el carnaval del mundo
como un desfile que lo desnuda todo con su paso
las máscaras
la piel
la carne
los tambores

esta resonancia insomne de tambores y disfraces
que oscilan al filo del verano
como la arena en los relojes
como la locura y noviembre
en este precipicio vertebrado.

Mirando de reojo
abruptamente
el zumbido que se agolpa en los espejos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

ANA VICTORIA LOVELL




CÉSAR VALLEJO EN ISLA NEGRA


Con el trago quality beer
salobre espuma trago
en la isla
donde asoma en crepusculario
aquel otro aparecido
que no ha dejado – como el maderamen-
ni un día jueves de morir
porque no está presto el mascarón
para esa distancia
esa en la que lava tu lavandera
sus venas otilinas.

Ambos huérfanos en el curso de otra rosa
otro soplo sobre los velámenes
esa prosa del morir.

JOSEP ESTEVE RICO SOGORB




REGRESO AL INFIERNO


He buscado
el cobijo de mis lágrimas
regresando
a mi particular infierno,
ese que todos
alguna vez
llevamos dentro.

Anteayer
me despedi
de las caricias
que te daba
al rozar tu cintura.

Y el amor
se alejó de mi
vistiéndome de negro.

Me gusta
el color negro
aún hoy,
cuando sigo errante...

LYDIA LIBERTINI



1


La Palabra no tiene territorios.

Detrás del crepúsculo

hay zonas que

sólo toman forma

cuando se las nombra.

2


Cada secuencia que

tallo en mi pupila,

es un universo.

Mis visiones

van poblando mi eternidad.


3


Hay transcursos que

se cambian,

al decir una palabra.

Hay quienes pueden

iniciar un éxodo

con sólo nombrarlo.

VALERIA AZUL






EL OCTAVO VELO

Salome pidió la cabeza de un Santo,
Juan el Bautista precursor de Cristo,
danzando voluptuosamente por la muerte
obtendrá en una bandeja lo sagrado.

Uno a uno fueron cayendo los velos,
primero el de la lujuria, luego la codicia
le sucedieron la ambición, la venganza,
la injusticia, la desvergüenza, el deshonor.

La espalda de satén se arqueaba,
la luz en su cabello destellaba,
el vientre palpitaba ondulante,
levitaban las pequeñas manos,
mientras los pies en su danzar
eran mariposas encantadas.

Cayeron los siete velos de la princesa
el publico aplaudía enardecido
gritaban-que se desnude, falta un velo

en un arqueo de serpiente alada
sorprendió encontrar un negro velo
y al ritmo de diabólicos tambores
cayo el octavo tenebroso velo
se extendió sobre las siete gasas
y el ODIO cobro su Santa presa.

martes, 4 de diciembre de 2007

KATO MOLINARI





YO VOY Y VUELVO, YO


Este corazón dijo: -De tanto

expulsar me he quedado solo.

Y el hermoso cuerpo que me hospeda se muestra indiferente,

cuando no hostil.



La camisa flotaba en el aire,

mitad fantasma, mitad burla.



A Ferdinand Léger se le había

perdido la paleta.

Mataba el tiempo en un café.

Yo voy y vuelvo, yo.

domingo, 2 de diciembre de 2007

GONZALO ROJAS




LA RISA


Tomad vuestro teléfono

y preguntad por ella cuando estéis desolados,

cuando estéis totalmente perdidos en la calle

con vuestras venas reventadas, sed sinceros,

decidle la verdad muy al oído.
Llamadla al primer número que miréis en el aire

escrito por la mano del sol que os transfigura,

porque ese sol es ella, ese sol que no habla,

ese sol que os escucha

a lo largo de un hilo que va de estrella a estrella

descifrando la suerte de la razón, llamadla

hasta que oigáis su risa

que os helará la punta

del ánimo, lo mismo que la primera nieve

que hace temblar de gozo la nariz del suicida.
Esa risa lo es todo:

la puerta que se abre, la alcoba que os deslumbra,

los pezones encima del volcán que os abrasa,

las rodillas que guardan el blanco monumento,

los pelos que amenazan invadir esas cumbres,

su boca deseada, sus orejas

de cítara, sus manos,

el calor de sus ojos, lo perverso

de esta visión palpable del lujo y la lujuria:

esa risa lo es todo.


(De Oscuro, 1977)

domingo, 25 de noviembre de 2007

VALERIA DUQUE DO SANTOS




FELINA


Hay un león en mi ventana
que bebe los horizontes
y se alimenta de vientos

de sus ojos
brota el clamor del precipicio
de su piel
el color encendido de muchas eternidades

lo acaricio
nos hacemos cómplices
de las montañas y de los puentes
arqueados sobre el surrealismo lírico
que desconoce el abandono

hay un león en mi ventana
que se embriaga
de mis páginas
de mis palabras
y me hace sentir
desordenadamente felina

CONCEPCIÓN BERTONE


MEDIODIA


II

La paloma, leve en la rama seca del aromo,
no sobre la hierba fresca ni cerca
de las prímulas rosadas. Quieta
dibuja una parábola. La de Claudel. Animus
y Anima. Esa zona profunda, esa punta,
ese centro luminoso en mi adentro vacío, y dicho
así de paso, por encima, apenas
sacudiendo la maleza de mi cráneo: me llena
nuevamente de esperanzas, de cierta fe
perdida en sacristías. La paloma apoyada
sobre el sentimiento de la grandeza
del alma, en la mística
que me devuelve la fuerza, el desafío
vacilante todavía, pero bastante fuerte.
Desafío a la muerte, a los impíos.


(de Aria Da Capo)

WALTER TORRILLA


TU NOMBRE


para poder mirar
preñé mis ojos
con tu nombre

para poder soñar
improvisé un tiempo
con tu nombre

y ahora estoy aquí
huérfano
en los telares de la tarde
sin poder hilvanar
mis restos

y ahora estoy aquí
esperando
que la noche
me de algún color


OSCAR VICENTE CONDE




EL HOMBRE DE LA VENTANA

Los años, aunque no muchos, han transcurrido implacables. En su rostro están las marcas de un pasado fatigoso y el color encarnado que deja el alcohol. Sus ojos atesoran viejas imágenes. Todo en rededor es un paisaje inexistente para su soledad. Viste siempre el mismo saco azul y ajado, en extraña simbiosis con su presencia. En el ojal de la solapa un clavel blanco, siempre puro y nuevo. Lo cambia, sugestivamente, todos los días. Por las tardes llega hasta el viejo bodegón y se sienta junto a la única ventana que da a la calle. Siempre la misma mesa. Los parroquianos saben que esa es "su mesa".
Es como una institución en el lugar. No conocen su historia ni su nombre. Son jóvenes como para saberlo. Quizá el dueño del local, ya viejo, pueda tener algún conocimiento. Jamás ha mencionado algo al respecto. Aunque en verdad, no podría decir con exactitud cuando comenzó este hecho.
El señor de la ventana toma varias copas de coñac, silencioso y pensativo. Quince minutos antes de cerrar el negocio, generalmente a media noche, se retira. Un rito que cumple diariamente desde hace mucho.
Ni las inclemencias del tiempo han logrado quebrarlo. Nadie indaga ni demuestra el mínimo interés. Simplemente lo incorporan a la geografía del recinto.
Una tarde llega al bar y lo encuentra cerrado por duelo. Un descuidado cartel informaba el fallecimiento de la esposa del dueño y el lugar del velatorio.
El hombre se sienta en el umbral. Hay en el una mezcla de tristeza y bronca.
Como si cumpliera con el rito diario, se incorpora quince minutos antes de media noche y cansinamente comienza a caminar. Deambula por infinitas calles. Se sienta en el banco de una plaza hasta avanzada la noche. Es evidente la desazón y angustia. Desea hacer algo pero su conciencia lo bloquea. Es una desigual lucha con su ser interior. Sin saber como, saca fuerzas, y decide hacer lo que su corazón le indica. Se dirige al velatorio. Entra a la sala, como si estuviera vacía. Decididamente avanza hacia el féretro. Se detiene a los pies del mismo. Retira el clavel blanco de su solapa y lo deja sobre las manos de la extinta. Se retira cabizbajo mientras recita incansablemente: ¡Tantos años esperando!

MÓNICA MUÑOZ




GAVIOTAS

Las veo,
a ellas, dignas,
altas,
en ese gesto que oblicua el viento,
en una decisión de vuelo
nacida en la intemperie.
Soy mirada en su despliegue firme
idea en el apenas quiebre de sus alas
y es el horizonte
quien me dibuja
en su contraluz y su canto.
Ah!…dejarse ir en su blanco y negro,
en su ojo impávido
casi ausente –diría-
y afrontar lo improvisado de su vuelo
desde este aletear del alma
que mira y mira
mientras ellas,
giran
hasta desaparecer
en un ir que afirma su presencia
por el rastro que dejaron en mi cielo.

JULIO CARABELLI





MANEQUÍES


La gente se detiene ante la vista de aquellos maniquíes con la ropa de última moda y él está orgulloso de su vidriera conteniendo el silencio que prolonga con cada uno de los vistosos muñecos a los que Silvina acicala con esmero sin olvidar ningún accesorio al tiempo que les habla mientras anuda la corbata de Mario o cierra el collar que tan elegante luce Elena y viendo satisfecho lo que sucede dentro de su negocio no puede evitar pensar en el inspector de policía que vendrá como todos los días a pararse durante horas frente a sus maniquíes de puro obsesivo y lo peor es que a él lo mira muy severamente como miraría a un asesino serial sin preguntarle nada para volver su vista inquisidora sobre los quietos muñecos y aparta con un ademán la idea o el recuerdo del molesto inspector que sin duda llegará pero al que no verá hoy ni en sueños con la mente puesta en su casa a la que se irá llevando con él la imagen de Silvina cepillando el traje de Antonio para volver al día siguiente y al otro haciendo caso omiso del policía por un tiempo que pareciera tener calculado porque lo mismo sucedió con Marisa a quien Silvina ya no podrá vestir por haberse quedado como los otros muñecos tercamente quieta.

MIRIAM CAIRO






COSMOS

El está allí, de pie sobre el pedazo de mundo que nos hace coincidir. Puntual en los minutos que el tiempo nos concede. Simplemente está allí, y su sola presencia construye mi universo.

BENDICIONES

Es bueno que haya un hombre capaz de despertar a una mujer, aunque sus vecinas tiemblen por comparación.

FE

Yo creo en él cuando muerde de amor las fibrosas marañas de la aurora y cuando besa dulcemente los tobillos del anochecer.
Su labio modula palabras para nosotros, palabras que nunca le daremos a ninguna canción.
Yo creo en él cuando me besa aquellos labios y sube eternamente desde ellos hasta mi boca, porque la noche, con sus senos divinos, derrama el chorro del instante infinito.

RUBÉN VEDOVALDI





traza
dedos de tiza
esa
flecha que me ha
traviesa

toca
ojos de mi sueño
con labios de agua

sabe
que del abismo
sube
ese deseo
a
con
fluir
bajo el puente del beso

sábado, 24 de noviembre de 2007

JUAN JOSÉ MESTRE




PROFECÍA


Cuando los cerezos florezcan,
ya no estaré bajo su sombra;
estaré justo allí donde el horizonte
se divide entre la nostalgia y el olvido,
justo allí donde tu mirada sea luz disgregada,
anodina belleza que nada observa,
un despojo de pupilas azarosas por la búsqueda.

Cuando la blancura sea en el sendero,
ya habré recorrido todos los caminos,
todos los valles,
todos los ríos,
y no hallarás mis huellas para desandar el llanto
quebradizo como el polvo estéril de la tarde
que busca su propia muerte anunciada.

Cuando el cielo se caiga de tristeza,
allí sí nos encontraremos.

SERGIO MINORE



ALMA



Se volvió un pasillo angosto,
de baldosas desparejas,
de paredes desgarradas
por el tiempo y la humedad.
Un lugar insolente a la mirada,
donde la lluvia
moja las pocas plantas
que crecen
en viejas latas de pintura.
Se volvió un pasillo angosto,
donde de vez en cuando
- cuando no le duelen los riñones -
una vieja señora gorda
arrastra lentamente sus chancletas
para acercarse a encender
una vieja lamparita
que cuelga de una telaraña negra
y luego se vuelve a su casa,
incapaz de sentarse un rato
bajo ese ínfimo techito,
que no la cubre del agua.
Sienten pudor de pasar por ahí
hasta las ratas del galpón,
hasta las polillas, hasta la mugre
que empaña el aire.
Se volvió un lugar inhóspito,
un desierto en pleno Buenos Aires,
un agujero
en la pared de la noche.
Se volvió un pasillo angosto,
un pasillo que comunica
el hogar dulce hogar de la envidia
con una casa tomada por los gitanos,
pero eso sí,
ni siquiera uno de ellos
se anima a pasar
siquiera corriendo ebrio por ahí.
Sólo, de vez en cuando,
la señora gorda
se preocupa de ir
a encender la vieja lamparita,
no vaya a ser cosa
que se queme
y que nadie más,
nunca más,
bajo ningún pretexto
pueda llegar a afirmar
que ese pasillo angosto
alguna vez fue un alma,
mi alma.


RAQUEL FERNÁNDEZ




REQUIÉM DE LA PIEDRA


Morirán.
Las raíces minúsculas del líquen
-silencioso asesino-
horadarán el pulso de la roca,
penetraran en la sagrada entraña,
profanarán pétreas voluntades.
El viento esparcirá
las ruinas del misterio;
habrá una lluvia mojando el vacío,
la grieta en el tapiz del tiempo,
la ausencia colosal de la cabeza.
Devastada,
la memoria triangular
rodará por el luto,
la boca reverente masticando la nada,

el silencio agazapado en los dientes.


"Ojos que miran al cielo"
Ed. Amarú.-

NORMA TRAFERRI






CLAVOS Y MADERA


Intervino un hombre sin edad y dijo: Soy agnóstico. He vivido y escuchado mucho. Ha habido siempre desde que el hombre se paró sobre sus piés, la memoria casi no existía. Miles y miles de hombres cambiaron los discursos, los métodos, pero no los motivos, que son los mismos.
Si los tomamos como larva, quizá nunca construirán una casa. No darán clavos ni madera. Ni lo que es más peligroso, no sabrán construir ni una puerta, pués todas las teorías como la suya, como la mía se destruirían. Podrían darse cuenta para que sirve. Abrirla y encontrar la libertad. ¿Cómo podríamos llamarlo, metamorfosis de larva a ser humano?. Sin mediar tiempos para el cambio, ni para preparar nuevas estrategias. El objetivo de ellos siempre es el mismo. Cuando no se quiere hacer conocer lo que en realidad sucede, cuando se quiere que no suceda lo que se pide. A efectos siempre el mismo, ver materializado lo que desean.
Y no importará entonces si hay Dios, uno, muchos o ninguno.
Sordos a discursos "subversivos". Generando siempre ciegos, guiándolos a caminos crípticos, ofreciendo paraisos, que nunca verán, y continuarán creyendo que el próximo concretará lo que desean. Mudos, porque a que todo está dicho en el discurso y nada para agregar. Es perfecto.
¿Será entonces que?: Cada uno oirá dentro de sí, su deseo, y eso hará.
Cada uno sabrá por donde desea andar y donde llegar.
Cada uno dirá lo que siente y piensa a otro, y ese otro continuaría la cadena de voces.
A través de los siglos, en todas las culturas de cada rincón de nuestro planeta, si intentamos hacer una restrospectiva casi infinita, como se escribió no hace mucho en un libro, El gatopardo, "Algo hay que cambiar, para que nada cambie"
Más, en el fondo de mí, vive la Utopía.

MARTA C. SALVADOR





POETA DE LA TIERRA OCRE


.......................A Cecilia Glazmann. Escritora de la Prov. de Chubut


Mujer de la tierra ocre,
ha nacido otro hijo…
Esta vez, sin sangre,
sin venas.
Tu corazón asoló la espada
del verbo pulcro,
estirpe nueva.
Gran talla.
Dueña del secreto celeste.
Del gran arco que avizora
el cansancio púrpura,
de rojos atardeceres
sobre bardas color sepia.
Ahí; ahí has puesto tu alma,
Tus llagas infinitas
que perforan el cielo.
El vuelo de avutardas,
cántico que llora,
manos aladas
señalan ahora.
Chubut: ancho vientre…
Arrasa tu mirada,
poeta de la tierra ocre…

CAROLINA FALCÓN






LUNA LEJANA


De vuelta a casa
las calles dicen que
hace frío.
El rocío moja la
cara y el viento despeina
los árboles. Desde la vereda
los frutos
del cielo alumbran
las huellas que los ojos
van dejando sin querer...
A lo lejos el portón está cerrado
como si fuese un pimpollo
sin luz y nuevamente
la mirada apunta a aquel
gran ojo de luna.


CARLOS MARGIOTTA



AGUJEROS

En una época no muy lejana yo era fabricante de agujeros, sí. Tenía un pequeño taller en el conurbano bonaerense y, si bien no realizaba una gran producción, satisfacía holgadamente las necesidades de mis clientes. Había aprendido el oficio de mi padre, aunque él los hacía de medida, uno por uno y a gusto del comprador. Él los atendía personalmente, les tomaba las medidas y los dejaba hablar como en un confesionario para comprender la calidad de la hechura que debía hacer. Después, con suma paciencia, confeccionaba unos agujeros a mano de gran calidad. "No hay otros mejores, hijo, decía, si hasta el presidente Perón me mandó a hacer uno de luto para los funerales de Evita".
Yo, en cambio, me dedique a la fabricación en serie: agujeros para la construcción, decorativos, para puertas y ventanas, para botellas, tazas y pocillos, ojales de todo tipo y no sé cuantos más, pero nunca me atreví a hacer agujeros orgánicos. Recuerdo que en aquel momento el rubro que mejor andaba era el de repuestos de automóviles porque habían aparecido nuevos modelos.
A pesar de haber mucha competencia, el negocio daba para todos. En la cámara empresaria que nos agrupaba fijábamos los precios base de mercado, y de allí para arriba cada uno se las arreglaba como podía. Éramos parte de la industria nacional, decían los diarios, la que daba trabajo, la que engrandecía la Nación. Y yo les creía, pagaba mis impuestos, reinvertía en la fábrica, ampliaba el stock, diversificaba los rubros, y me endeudaba en dólares.
Mi padre por su parte, seguía haciendo agujeros a medida. "Son agujeros emocionales, verdaderos, son agujeros humanos, no como los que haces vos. Son los que la gente siempre va a necesitar", me decía. Él, con su poca ilustración, sostenía que todos perdemos algo, que donde hay una ganancia siempre se hay una pérdida y que por eso el negocio de los agujeros va a seguir funcionando. Pero su actividad fue decayendo lentamente, en parte porque eran muy caros y además ¿quién tiene tiempo de irse a encargar un agujero a medida y probárselo varias veces antes de llevárselo.
A principios de los noventa empezaron a entrar al país agujeros importados, muchos más baratos que los nacionales y de mejor calidad. Se vendían al por mayor en el Once y en los negocios de todo por dos pesos. Mis colegas empezaron a dejar de fabricar y se dedicaron a importar mercaderías. Yo seguía empeñado tercamente en la misma y me fui fundiendo.
Los productos globalizados eran tan sofisticados, tan insuperables y de una enorme belleza, que no parecían agujeros. Los había para fiestas, reuniones sociales, para el trabajo, para regalo, uno para cada ocasión. Los había disimulados, ocultos, camaleónicos, sin costuras, con música, con películas y los más atrevidos con juguetes sexuales. Los más vendidos eran unos de origen chino de la marca TODO BIEN, que venía sin fallas. Todo el mundo parecía feliz, nadie tenía problemas, todos sonreían, estaban arriba, se había acabado el sufrimiento. Todos vivían tapando sus agujeros.
El dólar valía un peso, la gente viajaba a Europa, se compraba un auto, cambiaba el departamento, mientras que la mitad de la población descendía rápidamente al túnel de la pobreza. Yo cerré la fábrica y clausuré mis sueños. Ahora me dedico al negocio de la reparación de agujeros y trato de descubrir los propios ayudando a los demás a encontrar sus agujeros perdidos.
El mes pasado se murió mi amigo Derlis Maddonni, nuestro querido dibujante de la revista, un artista excepcional y una mejor persona. Al enterarme fui corriendo al baúl de los recuerdos que me dejara mi padre y busqué un agujero así de grande para ponérmelo en el pecho. No sentí ninguna vergüenza, sólo el orgullo de haber sido su amigo. ¿Para qué ir disimilando tanto dolor?

PERE BESSÓ


EL PAJARERO DE LAS MANOS VACÍAS

..........................A Encarna Sant-Celoni

Aterido, como un pájaro inocente, te consumes
en este balsón de las almas en pena,
mirlo de las nubes negras,
adamantino,
como el ala de las aguas,
en la caída misma la imperfección de los tuyos,
vítor del amor de cordillera,
mientras engulles el linaje umbrío del país que te resuella,
el muérdago de la liga,
el alambre,
el cercado,
la línea de barra indefinida en un horizonte de presagios,
la espuma de mar adentro de birra caliente en la balada de Tom Waits
o el bies de las enaguas del mirlo en el paseo de los lirios hediondos
del atardecer,ajas y amargas las mejillas del tiempo de las acerolas
con agua de borrajas en esta sentina derrocada
de la calle de Arriba del barrio del Carmen,
pero siempre al acecho de los cangilones de los vicios pequeños.
"LES ROSES DE LANCELOT"
(2006)

JOSÉ REPISO MOYANO






PUEDES


Como el mar puedes echarme
el agua desde tu sangre.


Como el Sol puedes decirme
los caminos que tú sigues.


Como el volcán florecerme
ayer, hoy, mañana y siempre.